“Nosotros decimos que no vamos a combatir el capitalismo con capitalismo negro, sino que lo vamos a combatir con socialismo”. Esta es la proclama de un joven Fred Hampton, que en un auditorio repleto de agentes del FBI, lo ubica como un decidido enemigo del Estado norteamericano y encapsula el antagonismo de clase en el que navegara, no solo el film Judas and the Black Messiah, sino toda la década de los sesenta de la historia norteamericana y la lucha del movimiento afroamericano.
El thriller histórico dirigido por Shaka King y protagonizado por Daniel Kaluuya y Lakeith Stanfield, se estrenó en el mes de febrero y se encontró entre las nominadas a los premios Oscars. Junto con The Trial of the Chicago 7 es la segunda nominación este año en abordar esta época convulsa de la historia norteamericana reciente pero con distintos enfoques. Mientras que Aaron Sorkin hace hincapié en el aleccionamiento judicial de los movimientos sociales, King aborda la organización y el activismo de las organizaciones afroamericanas, como también, el racismo, terrorismo e inteligencia del Estado sobre ellas.
El film recorre los últimos años de Fred Hampton, presidente de las Panteras Negras en Illinois y vice presidente a nivel nacional, su rol fundamental en la conformación de la Coalición Arcoíris (Rainbow Coalition), su encarcelamiento y eventual asesinato a manos de la policía de Chicago y el FBI. Para contar esta historia, King se valió de la colaboración de Akua Njeri, también conocida como Deborah Johnson, pareja de Hampton y una de las sobrevivientes de la fatal noche de su asesinato; y su hijo, Fred Hampton Jr., presidente de una organización que reivindica el legado de las Panteras Negras.
Situado en pleno auge de la lucha por los derechos civiles, la producción es una fusión entre El Conformista, la película del italiano Bernardo Bertolucci donde un profesor es “reclutado” por el fascismo para llevar adelante un asesinato, y Los Infiltrados, del norteamericano Martin Scorsese sobre la lucha de “inteligencia” entre el departamento de policía y la mafia. Para la “fusión” se recorren los hechos mayormente desde la mirada de William “Bill” O’neal, un joven ladrón de autos y falso agente del FBI, quien luego de un fallido robo es reclutado por un verdadero agente, Roy Martin Mitchel, para infiltrarse en las Panteras Negras a cambio de sortear una condena.
“Yo soy un revolucionario”
Nacido el 30 de agosto 1948, Fred Hampton fue parte de una generación de familias negras trabajadoras que, al finalizar la segunda guerra mundial, protagonizaron el éxodo migratorio de las provincias del sur norteamericano. La profundización de las pobrezas y del racismo producto de las políticas de la era Jim Crow, hicieron que una gran parte de las masas trabajadoras emigraron a los centros textiles del país. Esta juventud, de hijos de esas familias, son las que saldrán a pelear contra el racismo, contra la guerra y serian fuertemente influenciados por las experiencias de lucha de los afroamericanos con referentes como Malcolm X, pero a su vez con un ojo puesto en las experiencias de la guerrilla contra el colonialismo francés en Argelia, la revolución cubana y china.
En este contexto, también se inscribe la creación de los Panteras Negras. Tomando diversas influencias, desde nacionalismo negro, marxismo-leninismo como también maoísmo, plantearon ir “mas allá” en la lucha por la liberación negra. Tomando a la lucha armada como una posibilidad real, reforzaron la necesidad de la autodefensa, en oposición a las corrientes pacifistas, mas cercanas a los planteos de conciliación de Martin Luther King Jr, que se mostrarían impotente frente al avance de la violencia racial. A través de su militancia secundaria y en las barriadas, enfrentando la violencia policial y brindando asistencia alimentaria, es que Hampton terminará sumándose a los Panteras Negras, adoptando su programa político y llegando a su cargo como vicepresidente nacional a los 20 años.
Con un gobierno en desgaste, producto de la inestabilidad económica y política, un ascenso en la violencia racial, en las huelgas y movilizaciones contra la guerra, y con el espaldarazo de las lucha revolucionarias e independentistas a nivel continental, es que las Panteras Negras, como una organización revolucionaria, y Hampton, como uno de los principales jóvenes líderes, serían catapultados ganando apoyos y adhesiones en la comunidad.
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Pero así como los movimientos radicalizados tomaron nota del ánimo combativo, también la reacción del capital abordo la situación de manera acorde. Cobra mayor dimensión las palabras de Edgar J. Hoover, jefe del bureau de investigaciones del Estado, cuando señala a las Panteras Negras como “el mayor peligro para la seguridad nacional”. Existía un temor, por parte de las máximas autoridades estatales, del advenimiento de un “mesías negro” que pudiera unificar en una lucha común a las organizaciones políticas anti gubernamentales de la época. King presenta la campaña contra Hampton como el intento de impedir el desarrollo de ese posible candidato desestabilizador. La película quizás se quede corta en mostrar la magnitud de la ofensiva de infiltraciones, asesinatos políticos y encarcelamientos arbitrarios como una campaña nacional contra las Panteras, para nada limitada a Hampton o la regional de Chicago.
Hampton liderara en Chicago, al igual que las Panteras en otras ciudades con distintos resultados, una política de unificación de las pandillas de las diferentes etnias. Esta campaña se centraba en la necesidad de unir a los sectores en lucha para poder enfrentar con mayor fuerza la intempestiva política racial en Chicago. La acción de frente único contra la violencia policial hacia la juventud y los trabajadores va transformando a Hampton en un caudillo del movimiento de lucha en Chicago.
La película utiliza hábilmente el doble rol de Bill O’neal para ser testigo y parte de ambos bandos. Como miembro del partido podemos observar los cursos de formación teórica, la doctrina del partido, los actos, las actividades asistenciales, sus agitaciones políticas, su aproximación a la autodefensa y la lucha armada. Como infiltrado, la presión y provocación estatal, como también, el deterioro de la estabilidad mental y emocional del propio Bill. Los asesinatos de varios miembros de los Panteras de otra seccional perpetrados por otros informantes y que eran avalados e incluso incentivados por el FBI o que, luego de un enfrentamiento con la policía, la oferta de O’neal a Hampton de plantar explosivos en oficinas gubernamentales, otorgados a este por los propios servicios de inteligencia, son ejemplos de estos momentos de tensión.
Finalmente, luego de haber sido arrestado y condenado a prisión por el robo de “70 dólares en helados” para su comedor, Hampton es puesto en libertad en suspenso de su condena. Con la información brindada por O’neal, destacamentos de la policía y el FBI ingresaran durante la madrugada y ejecutaran a Hampton y a Mark Clark, otro miembro del partido, mientras dormían. Tenían 21 y 22 años respectivamente. El saldo del raid policial fue de 99 balas disparadas por la policía, contra 1 disparo en respuesta. Aun así, los 7 sobrevivientes enfrentaran cargos por intento de homicidio. Finalmente en 1978, el partido se disolverá.
O’neal continuo siendo miembro activo de los Panteras Negras e informante pago del FBI hasta principios de los setenta, siendo pagado por sus servicios prestados al Estado el equivalente a doscientos mil dólares. El 15 de enero 1990, durante el día que se conmemora el natalicio de Martin Luther King Jr, se estrenara la segunda parte de la serie documental “Eyes on the Prize II”. Luego de haber abordado la lucha contra la segregación entre los años 1954 y 1965, esta segunda entrega recorrería hitos la lucha por los derechos civiles de la comunidad afroamericana hacia mediados de los ochenta. La primer y única entrevista realizada a William “Bill” O’neal, sobre su participación en los Panteras Negras y su rol como informante es el puntapié inicial de la película. “Mirando atrás, – apunta el entrevistador- a tu actividad durante los sesenta y setentas ¿Qué le dirías a tu hijo de sobre lo que hiciste?”. “Dejaré que este documental hablé por mi” afirma O’neal. El día de su estreno, William O’neal se suicidaría.
Un relato a la medida de la academia
A pesar de las proezas técnicas y de llamar la atención sobre un caso poco abordado, el film pierde fuerza en sus conclusiones y caracterizaciones.
Un hecho poco explorado es la actividad de la Coalición Arcoíris. El gobernador demócrata de Chicago, Richard Daley, profundizó, en una ciudad atravesada por la segregación, una política de mano dura contra las organizaciones sociales. La violencia policial, con su hito más fuerte en la convención demócrata de 1968, llevo a la conformación de la Coalición Arcoíris, un frente entre las Panteras Negras, las pandillas barriales puertorriqueñas, los Young Lords, un partido que luchaba por la autodeterminación de “Puerto Rico, los latinos y los colonizados” y los Young Patriots, una organización de sureños trabajadores pobres. La alianza era un paso adelante en combatir el racismo en el sur. La coalición denunciaba el terrorismo de estado, el racismo, la guerra y la pobreza.
Este tipo de frentes, que era el potencial emergente de una coordinación más general, es uno de los desencadenantes para el establecimiento del COINTELPRO, el programa de contra inteligencia diseñado para bloquear el desarrollo de la izquierda radical norteamericana a través del terror, la infiltración, campañas de desinformación y asesinatos hacia las organizaciones revolucionarias.
El rol de la mujer en la organización política es dejado de lado, salvo por quienes son definidos por su relación a fin a otro personaje (“madres de”, “novias de”) o por el personaje de Deborah Johnson, prometida de Fred Hampton. Un aspecto importante, ya que la gran mayoría de los afiliados al partido eran mujeres que concebían la idea que la liberación negra vinculada a la eliminación de la opresión hacia la mujer.
La dinámica presentada por el film es una suerte de “juego de espionaje” asentado en los hechos reales. Lo que es uno de sus elementos mas atractivos, también es un doble filo. Corre el riesgo de descontextualizar y despolitizar estos movimientos de lucha transformándolo solo en el trasfondo de una historia de crimen hollywoodense. A su vez, los compromisos para lograr la adaptación restan impacto al caso real. La diferencia entre la edad de los actores con sus respectivos personajes juega un rol, aunque no intencionalmente, en reforzar este argumento. La mayoría de los miembros de los Panteras eran jóvenes trabajadores. Hampton tenía 21 años cuando fue ejecutado por la policía y O’neal 17 cuando fue reclutado por el FBI. Que otro impacto hubiera tenido retratar la perversidad y tragedia de la dinámica de la infiltración, de la violencia estatal al usar a estos jóvenes adolescentes, si viéramos a esos actores en edad en la pantalla.
En la búsqueda de exaltar la figura de Hampton, King cae en un cliché usual del cine hollywoodense. En darle tanto peso, los Panteras parecen gravitar alrededor de su carisma. Así mientras está cumpliendo su condena las afiliaciones caen, aportes económicos decrecen y su muerte es presentada como el desencadenante de la disolución final del partido, cuando no fue un hecho aislado sino parte de una campaña más extendida de represión estatal e infiltración.
Pero en el centro de la crisis se encuentran problemas más profundos. Las Panteras Negras no contaban con un horizonte político claro que logrará transformar en una alternativa política el apoyo masivo que llegaron a reunir. Su formulación política difusa, que combinaba una posición antiimperialista, con un planteo de organización “inter-comunal” o sea por comunidades raciales, la idea de que el lumpenaje es un elemento revolucionario y una política de militarización de la organización que aunque no tenía una concepción de acciones foquistas ni de terrorismo individual, sino de autodefensa frente al Estado, fue explotada por las fuerzas represivas para aislarlos de la comunidad donde se estaban insertando políticamente. Las divisiones internas que empezaron a surgir de esta enorme dificultad política y la presión del Estado asesino fueron magnificadas por las infiltraciones promovidas por el COINTELPRO.
Las divisiones fueron dando lugar a polémicas políticas y rupturas. Referentes como Huey P. Newton y David Hilliard plantearon profundizar la experiencia de servicios sociales, como el programa de desayunos gratuitos que alimentaba a casi 12 mil niños de manera diaria, afianzando los lazos con la comunidad, acompañado de la autodefensa, mientras que otros como Eldrige Cleaver plantearan métodos mas confrontativos con las fuerzas policiales. Esta disputa llevara a que Cleaver denuncie, durante una entrevista telefónica en televisión, que el partido había abandonado la agenda “revolucionaria” por una “reformista”. Esto llevara a su eventual expulsión del Comité Central y a la conformación del Ejercito de Liberación Negra (BLA).
A su vez, la decida política de aplastar los movimientos de lucha, envalentonada por la elección de Richard Nixon en 1969, alimentaba las diferencias. Luego del escandalo de Watergate, los documentos de los servicios de inteligencia desclasificados de la época muestran 295 “medidas” que la COINTELPRO tomó contra las organizaciones negras. Estas fueron desde robos, falsificación de correspondencia para crear disputas internas a infiltraciones, pruebas de asesinatos de dirigentes. La llamada a imponer “la ley y el orden” contra las rebeliones en las calles incentivo a las fuerzas de seguridad a organizar irrupciones armadas contra los locales de los Panteras Negras. La respuesta de los Panteras fue la orden de defender cada hogar o sede donde intentaran ingresar reforzando las medidas de seguridad y el armamento.
La idea de encarar la ofensiva estatal como un problema de autodefensa militar y no apelando a la movilización popular de masas, como si lo hicieron contra la persecución judicial, no les permitió trasladarlo al terreno de la disputa política para liderar un movimiento que quebrara el operativo represivo.
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Una lucha por el legado
Desde su estreno, la lucha de la comunidad afrodescendiente ha vuelto a tomar las calles. A poco de un año del asesinato de George Floyd, el fallo favorable de carcel efectiva al asesino a su asesino, sumado a nuevos casos de gatillo facil, no hacen más que revitalizar el movimiento de lucha. En este panorama, la disputa por el legado de uno de sus principales referentes históricos, y en particular, de su planteo anticapitalista, está a la orden del día.
A poco del estreno, el ultra liberal y lobbysta de grandes corporaciones, el senador Cory Brooker, publicó un tweet con un extracto de una de las citas célebres de Hampton. “Tenemos que enfrentar el hecho de que algunas personas dicen que se combate mejor el fuego con fuego, pero nosotros decimos que se apaga mejor con agua. Decimos que no se lucha contra el racismo con racismo. Vamos a luchar contra el racismo con solidaridad”. La cita, omite su cierre: “Nosotros decimos que no vamos a combatir el capitalismo con capitalismo negro, sino que lo vamos a combatir con socialismo”. El sentido del ex gobernador de Nueva Jersey, es la de descontextualizar y eliminar el planteo político radical y anticapitalista.
Este pequeño suceso es síntoma de una intención más general. Con el foco colocado en la historia de los Panteras Negras, y con el fantasma de nuevas movilizaciones, existe una necesidad de sanitizar su legado político y cooptarlo. .
El largometraje de King, inadvertidamente, acompaña esta línea y el apoyo a una salida conciliadora con el capital. El final de la película, presenta al fallo penal, que otorgo $1.8 millones de dólares a la familia de Hampton, como la conquista de justicia por su ejecución. Si bien es una victoria frente al Estado, lo presenta como una victoria del proceso judicial, no como el resultado de un proceso de movilización y lucha por el esclarecimiento del caso. Una enorme movilización, de miles de personas, se hizo presente al funeral de Hampton, exigiendo justicia. Días después, los Panteras Negras organizarían recorridos por la casa para los medios y la comunidad demoliendo el relato oficial que hablaba de un enfrentamiento en el lugar. El asesinato del “presidente” Hampton profundizo la crisis política del gobierno de Richard Daley en Chicago, el cual atravesaba las controversias referidas a la represión de la convención demócrata. Descontextualizar la conquista, presenta un mensaje contradictorio: por un lado, el estado aplastando con toda su violencia la cabeza de un movimiento, y por el otro, el garante de los derechos. Se pierde el valor del planteo y lucha anticapitalista en la ilusión reformista del Estado, desdibujando su contenido de clase y opuesto al planteo del propio Hampton.
Con sus proezas y contradicciones, Judas and the Black Messiah es un film importante. No solo para echar luz sobre una figura poco abordada en las discusiones sobre la historia de los movimientos de lucha norteamericanos, sino también sobre las conclusiones que podemos sacar sobre esa experiencia.
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