30/11/2021

Boxeo a medida del Ministerio de Seguridad: “¿El show era matar a un preso por televisión?”

Un polémico enfrentamiento entre un policía de la bonaerense y un detenido que habla sobre la política carcelaria y represiva.

El pasado sábado 27, Canal 9 emitió un polémico show de boxeo. Una coproducción del canal y Chino Maidana Promotions, la productora del excampeón mundial, “Enfrentados en la vida, juntos en el ring” fue anunciado con una fuerte campaña publicitaria en los medios de comunicación prometiendo ser la pelea del año: un preso, Martin “El Renacido” Jara Sepúlveda, preso por robo en la Unidad Carcelaria N°48 de San Martin, se enfrentaría en el cuadrilátero contra un policía, el efectivo de la Bonaerense Julián “El Diamante” Gómez. El atractivo del combate, es tan evidente que incluso los medios y la conversación en redes sociales hablaba de una película salida de Hollywood.

El objetivo del enfrentamiento, según la productora del Chino Maidana, es promover el deporte como una forma de reinserción en la sociedad. “Se va a disputar una gran pelea que promete boxeo de alto rendimiento” habían adelantado de la organización calificando al encuentro como un choque histórico, “un knockout a todo lo conocido”. Para la organización del evento se contó con la participación de Juez de Ejecución Penal Número 1 de Bahía Blanca, Claudio Brun, y del Jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires, Daniel Alberto García, quienes autorizaron la salida. También colaboró el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Julio Alak y la directora de Deportes y Cultura, Claudia Rodríguez.

Finalmente el encuentro que tuvo lugar en el Club Morón, en la zona oeste del conurbano bonaerense, no vivió a la expectativa. El cruce, encuadrado en categoría mediana, duró poco mas de 2 minutos donde Gómez supero ampliamente a Jara. Faltando 53 segundos para la campana del primer round, el oficial definió el encuentro con un nocaut. “Viva la fuerza, viva la Policía, viva la gente de bien!” le gritó “El Diamante” a su desvanecido contrincante mientras estaba en el piso. Al finalizar la contienda, Gómez le agradeció al ministro de seguridad, Sergio Berni, y a la fuerza policial.

En una carta abierta titulada “¿El show era matar un preso por televisión?”, Alberto Sarlo, director técnico de la Federación Argentina de Boxeo y fundador de la Editorial Cuenteros, Verseros y Poetas, criticó duramente el evento. “Ayer el Ministerio de Justicia provincial demostró vergonzantemente lo poco y nada que le importan la salud y la vida de los presos que custodia en sus centros de tortura. En un evento patético y humillante que promocionaron en Canal 9 como “Enfrentados en la vida, juntos en el ring”, algún funcionarie provincial con ambiciones mediáticas, no tuvo mejor idea que realizar un combate de boxeo entre el policía Julián Gómez (policía de la bonaerense bien entrenado, bien alimentado), y el detenido Martín Jara (pésimamente entrenado, visiblemente mal dirigido, evidentemente mal alimentado y claramente sin conocimientos mínimos de escuela de boxeo).”

Afirma en su carta que el encuentro fue “una carnicería fruto de una decisión política amparada en el desprecio racista hacia un ser humano marginal y marginado” y que “se puso en riesgo la vida de Jara en pos de un negocio político y/o económico”. Sobre el exabrupto final de Gómez luego del nocaut, Sarlo cuestiona “¿qué otra cosa esperaban de un show morboso, nefasto, maniqueo y racista como el que organizaron desde el Ministerio de Justicia? ¿Realmente esperaban otra cosa? ¿Realmente a alguien le importó o le importa el estado de salud de Martin Jara? ¿A esto llaman gestión los burócratas de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia? (…) Ojalá que además de lastimar a un pobre preso y de ensuciar un deporte como el boxeo, estos funcionarios tomen nota que están dejando matar a un preso cada dos días de acuerdo al informe 2020 de la CPM [Comisión Provincial de la Memoria]”.

 

 

Las críticas de Sarlo dan en el clavo en varios de los aspectos fundamentales de la espectacularización de la política de seguridad y carcelaria del ministerio conducido por Sergio Berni. El show alrededor del combate no cumple otro rol que el de envalentonar a las fuerzas policiales que están en la mira por casos de violencia y gatillo fácil. Otro capítulo que sumar a los montajes del ministro irrumpiendo en allanamientos como vimos durante la campaña electoral.

El deporte “como herramienta de reinserción y socialización” fue el insincero mensaje con el que se escudó el morboso evento amparado por el Ministerio de Seguridad. Mientras tanto, se esconde la situación de atestamiento e insalubridad de las cárceles, denunciadas por las familias de detenidos durante la pandemia. De hecho, durante la campaña electoral el eje del debate, tanto de oficialistas y opositores, ha sido la de criticar la “puerta giratoria” y la necesidad de ampliar la red carcelaria con la construcción de más alcaldías y cárceles.

El deporte es efectivamente una herramienta importante para la reincorporación en sociedad pero que tiene que ir acompañada de recursos destinados a políticas sociales, dispositivos de salud y educación junto a planes de obras para la reinserción. También se tienen que garantizar condiciones dignas para los reclusos, supervisadas por los organismos de DD.HH. para evitar la construcción de centros de detención y tortura.

https://prensaobrera.com/cultura/el-perro-que-no-calla-una-vida-en-elipsis/

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16/06/2021

Oslo, en HBO: ¿sionismo con rostro humano?

El debut cinematográfico de Barlett Sher, sobre los acuerdos secretos entre la OLP y el Estado de Israel en 1993, los convierte en un drama interpersonal a gusto del imperialismo norteamericano.

Los acuerdos de Oslo son un hito histórico en la historia del conflicto entre Palestina e Israel. Casi 30 años después, las consecuencias del “fracaso” en el cumplimiento de los compromisos alcanzados aún se resienten en la escalada de violencia en Medio Oriente, que tuvo este año un nuevo pico. Recientemente estrenada en HBO, Oslo tematiza sobre aquellas reuniones secretas, aunque centrando su narrativa en un drama personal en donde se siente con fuerza la descontextualización y deshistorización de los hechos tratados. Los bombardeos en la franja de Gaza y la masacre sobre el pueblo palestino, presentes con imágenes de archivo televisadas para nuestros protagonistas, son solo el telón de fondo de un drama interpersonal, donde conquistar la paz tiene por único obstáculo “la capacidad de conectar con el otro”.

Estrenada el 31 de Mayo en la plataforma HBO, la película es el debut del director teatral Barlett Sher en la pantalla chica. Oslo es la adaptación televisiva de la galardonada obra de teatro del mismo nombre, dirigida también por Sher en Broadway y creada por el dramaturgo J.T. Rogersen en 2017. El film se concentra en las negociaciones secretas que el gobierno israelí y la Organización por la Liberación de Palestina (OLP) llevaron adelante durante principios de la década del ’90. Con la directiva de la OLP exiliadas en Túnez y la prohibición de cualquier funcionario israelita de reunirse con representantes palestinos, las reuniones intermediadas con Estados Unidos se encontraban en un impasse.

En este contexto, Terje Rod-Larsen (Andrew Scott), un sociólogo y director del “think tank” de la Fundación Fafo, y Mona Juul (Ruth Wilson), una diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de Noruega, se insertan en el conflicto intentando crear un “canal trasero” entre las partes, donde priorice la empatía y la identificación entre las partes contra las virulentas y estancadas reuniones con Norteamérica. El plan es establecer una mesa de diálogo sin intervención internacional, donde ellos solo serán “facilitadores” del proceso. Con esta lógica lograrán que ambas partes envíen representantes a Noruega, que serán los encargados de elaborar la declaración de principios entre el gobierno israelita y la OLP: los profesores de la Universidad de Haifa, Yair Hirschfeld (Dov Glickman) y Ron Pundak (Rotem Keinan), el Ministro de Finanzas de la OLP Ahmed Qurei (Salim Daw) y el enlace con la OLP, Hassan Asfour (Waleed Zuaiter).

El ambiente es tenso y jovial a la vez. La estrategia de “facilitadores” de Mona y Terje consiste en dejar convivir a palestinos e israelíes, en un ambiente amigable de alcohol y comidas, mientras elaboran sus diferencias. De un momento a otro los negociadores pasan de coléricas denuncias de crímenes bélicos a estallar en carcajadas fraternales por una broma cómica, frente a la mirada paternalista de los anfitriones. Luego de una primera ronda, los israelitas serán reemplazados por jugadores de mayor peso, el Director General del Ministerio Exterior Uri Savir (Jeff Wilbusch) y Joel Singer (Igal Naor), el consejero legal del gobierno. Con el acuerdo siempre al borde del colapso por las reyertas de ambas facciones, son “los facilitadores” quienes volverán a encauzar las negociaciones, recordándoles que “están solos en lograr la paz que nadie cree que puedan alcanzar”, instándolos a reconocerse en el otro. Finalmente, quienes terminan de ultimar los detalles del acuerdo, en una extensa jornada telefónica, serán Shimon Peres (Sasson Gabay), Ministro de Asuntos Exteriores israelí, y Yasser Arafat, representante de la OLP ¨-quien, desde el exilio, es mencionado constantemente pero nunca visto durante el transcurso del film.

Mantener la tensión, ni hablar de retener el interés, sobre la acción resumida en un puñado de personajes hablando a través de una mesa no es una tarea para nada fácil. Para ello, Sher no escapa a las raíces teatrales de la adaptación. Acalorados argumentos encuadrados con ambas partes enfrentadas, tomas de cámara alrededor de la mesa de debate o en la que comparten el descanso acentuando con primerísimos planos y una saturación lumínica la tensión y claustrofobia de la discusión en que se encuentran o aliviando el clima en un momento de relajo, acentuando el texto de cada escena. Tales son algunos de los recursos utilizados, que hacen pensar en una mejor interpretación en su versión original.

Utilizando estos recursos es donde está su mensaje final, haciendo hincapié en el aspecto “humano” y dónde brillan más las estelares actuaciones. Las mejores escenas son las de comunión, donde se encuentran en el recuerdo de un familiar, en el disfrute de la comida noruega o compartiendo una bebida, cuando las diferencias frente al conflicto parecen encontrar una salida. La tesis entonces es que logrando entendernos como personas, por nuestras experiencias comunes, podemos superar nuestras diferencias. Pero esta mirada tiende a plantear los acuerdos como un deseo egoísta. La motivación de Mona y Terje parece responder más a una necesidad de cierre de sus propios traumas -al ser testigos de la muerte de los jóvenes de ambos bandos, obligados a enfrentarse, en Gaza. En vistas de la situación actual, esta mirada parece, cuando menos, inocente frente a la lectura del conflicto. Con todo, la presunción de inocencia se esfuma rápido: la producción de la película corre por cuenta de un conocido propagandista hollywoodense del sionismo, el director Steven Spielberg.

Este enfoque, que crea un interesante drama personal, descontextualiza y despolitiza el trasfondo que llevó a los acuerdos alcanzados en Oslo. La Primera Intifada palestina, la “revuelta de las piedras” de cinco años de enfrentamientos contra las asfixiantes condiciones sociales generadas por la ocupación israelí, es un elemento fundamental que llevó a la existencia de las negociaciones secretas -algo que es mayormente obviado por el film, salvo alguna mención al pasar.

Sher pareciera hincapié en que Oslo fue una oportunidad real de paz, un acuerdo final en sí mismo, perdida debido al rechazo de extremistas que llevaron al asesinato del primer ministro israelita y a la segunda Intifada. La idea final de Mona de que “los esfuerzos de los pueblos por conciliar sus odios, siempre serán recibidos por algunos con resistencia”, ignora las consecuencias y el significado de los tratados alcanzados.

Los acuerdos suponían el inicio de un “proceso de paz” sobre la base del reconocimiento del Estado de Israel, que fuera implantado artificialmente y a la fuerza después de la Segunda Guerra mundial, en un acuerdo entre el imperialismo y la Unión Soviética. Junto a ello, la OLP se comprometía a renunciar a la lucha por una Palestina única y laica (reclamo histórico de este pueblo y, hasta entonces, al menos de palabra, de la propia OLP). Se retomaba en ellos la propuesta de partición de Palestina en dos Estados, rechazada por el pueblo palestino -y con la instauración del Estado palestino a definirse en futuras negociaciones. El derecho al retorno de los palestinos desterrados (otra reivindicación histórica) y la situación de Jerusalén ocupada por los sionistas quedaban también para debates futuros (aunque el primer ministro israelí Rabin era claro en ese momento en su defensa de “una Jerusalén unida bajo soberanía israelí”). El optimismo de los representantes palestinos en el film sobre la posibilidad de esta salida contrasta con el sentimiento general real del pueblo oprimido, de rechazo a esa “solución”.

En los hechos, Oslo sirvió como base de legitimación del avance sionista sobre el territorio y de la cooptación de una parte del movimiento palestino en el esquema de dos Estados. El acuerdo significó el reconocimiento de la Autoridad Nacional Palestina, como un autogobierno en algunas ciudades, pero controlado por el sionismo. El gobierno de Israel mantendrá su control sobre los asuntos exteriores, de defensa nacional y fronterizo, lo que le permitió avanzar en la ocupación. La expulsión de los beduinos Jahalin o el “programa de Har Homa”, la construcción de asentamientos en la colina de Abu Ghnein, entre Jerusalén y Belén, son ejemplos del avance inmediato del Estado de Israel sobre el perímetro de la capital. La dirección palestina le entregó al sionismo la legitimidad para expropiar nuevos territorios y la construcción de estos asentamientos en las zonas aledañas al dominio directamente israelí, a cambio del control policial en los territorios de autogobierno.  El “apartheid” instaurado en la región tiene como sedimento el acuerdo en Oslo.

El film se estrena en el marco del ascenso de la resistencia palestina, como quedó evidenciado en la primera huelga general que abarcó a todos los territorios, y en una respuesta aún más feroz por parte del Estado de Israel. Joe Biden ha llamado a declarar una “tregua” a los ataques de Netanyahu, planteando un giro en la política norteamericana orientada a fortalecer a la ANP para controlar la zona cisjordana, y aislar a Hamas, reflotando la propuesta de “dos Estados”.

Las virtudes de dirección de Oslo, su construcción sustentable como drama personal y el traslado con mayor o menor éxito de sus raíces teatrales palidecen cuando se atiende a la mirada histórica que vehiculizan. Embelleciendo el acuerdo de Oslo, la película acompaña el libreto del sionismo y del departamento de Estado yanqui, que buscan desactivar un alza popular palestina con potencial para radicalizar las luchas en Medio Oriente.

https://prensaobrera.com/internacionales/un-frankenstein-politico-en-israel/

https://prensaobrera.com/partido/lanzamos-claves-para-entender-el-conflicto-palestino-israeli-con-gabriel-solano/

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04/05/2021

Los artistas y deportistas se solidarizan con la lucha del pueblo colombiano

Múltiples pronunciamientos en las redes sociales.

Foto: Agencia EFE

Las jornadas de paro general del 28 y 29 de abril, contra el proyecto de reforma tributaria de Iván Duque, se han transformado en una verdadera rebelión popular. Las medidas de fuerza hicieron recular al gobierno, que se vio obligado a retirar el proyecto el domingo 2, luego de las masivas movilizaciones a lo ancho del país y de la feroz represión. Según la Defensoría del Pueblo, la respuesta represiva ha dejado hasta el momento un saldo de 19 muertos y 800 heridos. El lunes, Duque anunció el nombramiento de José Manuel Restrepo como el nuevo ministro de Hacienda en reemplazo de Alberto Carrasquilla, quien renunció con el argumento de que de esta forma facilita los consensos en la redacción de una nueva reforma tributaria.

Frente a este cuadro, numerosas personalidades de la cultura y el deporte colombiano han salido a manifestar su apoyo y solidaridad con las movilizaciones, repudiando la brutalidad policial y cuestionando la reforma, que en su versión original establecía la instauración o aumento del IVA en productos básicos y sumaba a cientos de miles de trabajadores al pago del impuesto a la renta.

En el mundo de la música, Karol G, Adriana Lucía, Paola Jara, el dueto Bomba Estereo, Mario Krapula, vocalista de la banda Dr. Krapula, Melina Ramírez, el reguetonero Reykon, el grupo salsero Grupo Niche, el cantante de música popular, Jessi Uribe, entre otros, han salido a las calles y vienen incentivando desde sus redes a participar y denunciar lo que está pasando en el país.

 

 

 

 

La cantante Goyo y Rafa Pabón, han expresado su repudio en redes con representaciones artísticas, así también como Edson Velandia y Adriana Lizcano.

https://www.instagram.com/tv/COaNWctpooM/?utm_source=ig_web_copy_link

 

Por su parte, artistas como Juanes, Maluma, J-Balbin o Carlos Vives tomaron posturas condenatorias de la reforma pero poco claras sobre la reacción callejera, llegando a priorizar la crítica a los ”manifestantes violentos”, en contraste con las declaraciones de otros como Lido Pimienta o Kali Uchis quienes abiertamente condenaron la represión. La cantante colombo-estadounidense afirmó en sus redes sociales que “protestar es patriotismo, protestar es nuestro derecho. La reforma tributaria sólo es una parte de la corrupción política en nuestro país y no debemos tener miedo de hablar de eso, ni de ninguna otra violación de los derechos humanos”. Esto ha abierto un debate entre los fans y músicos colombianos quienes repudian el silencio de varios de los exponentes o la “tibieza” a la hora de emitir sus declaraciones.

https://www.instagram.com/p/COQmiBvnhBv/?utm_source=ig_web_copy_link

 

 

Se han ido sumando también personalidades del mundo de la radio y la televisión como el conductor Roberto Cardona, el humorista Alejandro Riaño, el comediante Martín De Francisco, el actor Julián Romano y la actriz Lina Tejeiro. “Hoy apoyamos el paro, desde un plantòn pequeño y seguro, frente a las instalaciones del @teatropetra Rechazamos rotundamente LA REFORMA TRIBUTARIA!.. y todos los demás atropellos de este gobierno corrupto y asesino!”, publicó la actriz Diana Angel en su Instagram durante las jornadas del paro nacional.

https://www.instagram.com/p/COOQLcehRxN/?utm_source=ig_web_copy_link

La lucha contra la reforma tributaria tiene un capítulo especial en la producción audiovisual. El proyecto plantea la eliminación de la cuota parafiscal que reciben las producciones nacionales y que pagan exhibidores, distribuidores y productores como resultado de la exhibición de obras cinematográficas en Colombia, es decir, a través de la taquilla y comercialización de películas. El fondo, conquistado con la Ley de Cine y que representó un impulso al cine colombiano, pasaría a estar atado al presupuesto nacional, relegado a necesidades “mas urgentes” designadas por el Ejecutivo (el pago de la deuda y el reforzamiento del aparato represivo, que se llevaron el 35% del presupuesto 2021). Esta modificación implica la pérdida de autonomía del fondo y de incrementos, si la actividad se reactiva en la pos pandemia.

A los pronunciamientos se han sumado la de deportistas colombianos. El ciclista boyacense Nairo Quintana publicó su apoyo a las movilizaciones, así como el ex arquero de la selección, René Higuita. También el América de Cali expresó su solidaridad con una bandera de Colombia en la previa al partido con Millonarios. Cali es una de las zonas con mayores movilizaciones y donde más se hizo sentir la represión del Estado.

https://twitter.com/AmericadeCali/status/1388630116876619778/photo/1

Con el ascenso de la movilizaciones, también se sumaron los apoyos de los artistas internacionales. “Si un pueblo protesta en medio de una pandemia, es porque su gobierno es más peligroso que un virus”, afirmó Residente, compartiendo su rechazo a la reforma y a la represión.

https://www.instagram.com/p/CObRjamgAbr/?utm_source=ig_web_copy_link

El apoyo de artistas internacionales empalma con las movilizaciones convocadas por los residentes colombianos en otras partes del mundo. Movilizaciones en Chile, España, México y Estados Unidos se sucedieron a la par de las protestas del 2 de mayo. Para hoy, 4 de mayo, está convocado por organizaciones sociales, políticas y de migrantes en Argentina un “Plantón Cultural” frente al Consulado colombiano.

La solidaridad y la intervención de los artistas en la crisis es una expresión de la profundidad de la lucha del pueblo colombiano, que sigue en las calles contra el gobierno ajustador y asesino de Duque.

https://prensaobrera.com/internacionales/huelga-general-y-rebelion-popular-en-colombia/

En esta nota

28/04/2021

Judas and the Black Messiah: una historia sobre la contrainteligencia estatal al servicio del racismo y la represión

El film nominado al Oscar de Shaka King intenta llamar la atencion sobre la actividad politica de las Panteras Negras y sobre el asesinato estatal de uno de sus lideres revolucionarios, Fred Hampton

“Nosotros decimos que no vamos a combatir el capitalismo con capitalismo negro, sino que lo vamos a combatir con socialismo”. Esta es la proclama de un joven Fred Hampton, que en un auditorio repleto de agentes del FBI, lo ubica como un decidido enemigo del Estado norteamericano y encapsula el antagonismo de clase en el que navegara, no solo el film Judas and the Black Messiah, sino toda la década de los sesenta de la historia norteamericana y la lucha del movimiento afroamericano.

El thriller histórico dirigido por Shaka King y protagonizado por Daniel Kaluuya y Lakeith Stanfield, se estrenó en el mes de febrero y se encontró entre las nominadas a los premios Oscars. Junto con The Trial of the Chicago 7 es la segunda nominación este año en abordar esta época convulsa de la historia norteamericana reciente pero con distintos enfoques. Mientras que Aaron Sorkin hace hincapié en el aleccionamiento judicial de los movimientos sociales, King aborda la organización y el activismo de las organizaciones afroamericanas, como también, el racismo, terrorismo e inteligencia del Estado sobre ellas.

El film recorre los últimos años de Fred Hampton, presidente de las Panteras Negras en Illinois y vice presidente a nivel nacional, su rol fundamental en la conformación de la Coalición Arcoíris (Rainbow Coalition), su encarcelamiento y eventual asesinato a manos de la policía de Chicago y el FBI. Para contar esta historia, King se valió de la colaboración de Akua Njeri, también conocida como Deborah Johnson, pareja de Hampton y una de las sobrevivientes de la fatal noche de su asesinato; y su hijo, Fred Hampton Jr., presidente de una organización que reivindica el legado de las Panteras Negras.

Situado en pleno auge de la lucha por los derechos civiles, la producción es una fusión entre El Conformista, la película del italiano Bernardo Bertolucci donde un profesor es “reclutado” por el fascismo para llevar adelante un asesinato, y Los Infiltrados, del norteamericano Martin Scorsese sobre la lucha de “inteligencia” entre el departamento de policía y la mafia. Para la “fusión” se recorren los hechos mayormente desde la mirada de William “Bill” O’neal, un joven ladrón de autos y falso agente del FBI, quien luego de un fallido robo es reclutado por un verdadero agente, Roy Martin Mitchel, para infiltrarse en las Panteras Negras a cambio de sortear una condena.

“Yo soy un revolucionario”

Nacido el 30 de agosto 1948, Fred Hampton fue parte de una generación de familias negras trabajadoras que, al finalizar la segunda guerra mundial, protagonizaron el éxodo migratorio de las provincias del sur norteamericano. La profundización de las pobrezas y del racismo producto de las políticas de la era Jim Crow, hicieron que una gran parte de las masas trabajadoras emigraron a los centros textiles del país. Esta juventud, de hijos de esas familias, son las que saldrán a pelear contra el racismo, contra la guerra y serian fuertemente influenciados por las experiencias de lucha de los afroamericanos con referentes como Malcolm X, pero a su vez con un ojo puesto en las experiencias de la guerrilla contra el colonialismo francés en Argelia, la revolución cubana y china.

En este contexto, también se inscribe la creación de los Panteras Negras. Tomando diversas influencias, desde nacionalismo negro, marxismo-leninismo como también maoísmo, plantearon ir “mas allá” en la lucha por la liberación negra. Tomando a la lucha armada como una posibilidad real, reforzaron la necesidad de la autodefensa, en oposición a las corrientes pacifistas, mas cercanas a los planteos de conciliación de Martin Luther King Jr, que se mostrarían impotente frente al avance de la violencia racial. A través de su militancia secundaria y en las barriadas, enfrentando la violencia policial y brindando asistencia alimentaria, es que Hampton terminará sumándose a los Panteras Negras, adoptando su programa político y llegando a su cargo como vicepresidente nacional a los 20 años.

Con un gobierno en desgaste, producto de la inestabilidad económica y política, un ascenso en la violencia racial, en las huelgas y movilizaciones contra la guerra, y con el espaldarazo de las lucha revolucionarias e independentistas a nivel continental, es que las Panteras Negras, como una organización revolucionaria, y Hampton, como uno de los principales jóvenes líderes, serían catapultados ganando apoyos y adhesiones en la comunidad.

https://prensaobrera.com/internacionales/50-anos-despues-el-mensaje-de-las-panteras-negras-sigue-teniendo-un-impacto-enorme/

 

Pero así como los movimientos radicalizados tomaron nota del ánimo combativo, también la reacción del capital abordo la situación de manera acorde. Cobra mayor dimensión las palabras de Edgar J. Hoover, jefe del bureau de investigaciones del Estado, cuando señala a las Panteras Negras como “el mayor peligro para la seguridad nacional”. Existía un temor, por parte de las máximas autoridades estatales, del advenimiento de un “mesías negro” que pudiera unificar en una lucha común a las organizaciones políticas anti gubernamentales de la época. King presenta la campaña contra Hampton como el intento de impedir el desarrollo de ese posible candidato desestabilizador. La película quizás se quede corta en mostrar la magnitud de la ofensiva de infiltraciones, asesinatos políticos y encarcelamientos arbitrarios como una campaña nacional contra las Panteras, para nada limitada a Hampton o la regional de Chicago.

Hampton liderara en Chicago, al igual que las Panteras en otras ciudades con distintos resultados, una política de unificación de las pandillas de las diferentes etnias. Esta campaña se centraba en la necesidad de unir a los sectores en lucha para poder enfrentar con mayor fuerza la intempestiva política racial en Chicago. La acción de frente único contra la violencia policial hacia la juventud y los trabajadores va transformando a Hampton en un caudillo del movimiento de lucha en Chicago.

La película utiliza hábilmente el doble rol de Bill O’neal para ser testigo y parte de ambos bandos. Como miembro del partido podemos observar los cursos de formación teórica, la doctrina del partido, los actos, las actividades asistenciales, sus agitaciones políticas, su aproximación a la autodefensa y la lucha armada. Como infiltrado, la presión y provocación estatal, como también, el deterioro de la estabilidad mental y emocional del propio Bill. Los asesinatos de varios miembros de los Panteras de otra seccional perpetrados por otros informantes y que eran avalados e incluso incentivados por el FBI o que, luego de un enfrentamiento con la policía, la oferta de O’neal a Hampton de plantar explosivos en oficinas gubernamentales, otorgados a este por los propios servicios de inteligencia, son ejemplos de estos momentos de tensión.

Finalmente, luego de haber sido arrestado y condenado a prisión por el robo de “70 dólares en helados” para su comedor, Hampton es puesto en libertad en suspenso de su condena. Con la información brindada por O’neal, destacamentos de la policía y el FBI ingresaran durante la madrugada y ejecutaran a Hampton y a Mark Clark, otro miembro del partido, mientras dormían. Tenían 21 y 22 años respectivamente. El saldo del raid policial fue de 99 balas disparadas por la policía, contra 1 disparo en respuesta. Aun así, los 7 sobrevivientes enfrentaran cargos por intento de homicidio. Finalmente en 1978, el partido se disolverá.

O’neal continuo siendo miembro activo de los Panteras Negras e informante pago del FBI hasta principios de los setenta, siendo pagado por sus servicios prestados al Estado el equivalente a doscientos mil dólares. El 15 de enero 1990, durante el día que se conmemora el natalicio de Martin Luther King Jr, se estrenara la segunda parte de la serie documental “Eyes on the Prize II”. Luego de haber abordado la lucha contra la segregación entre los años 1954 y 1965, esta segunda entrega recorrería hitos la lucha por los derechos civiles de la comunidad afroamericana hacia mediados de los ochenta.  La primer y única entrevista realizada a William “Bill” O’neal, sobre su participación en los Panteras Negras y su rol como informante es el puntapié inicial de la película. “Mirando atrás, – apunta el entrevistador- a tu actividad durante los sesenta y setentas ¿Qué le dirías a tu hijo de sobre lo que hiciste?”. “Dejaré que este documental hablé por mi” afirma O’neal. El día de su estreno, William O’neal se suicidaría.

Un relato a la medida de la academia

A pesar de las proezas técnicas y de llamar la atención sobre un caso poco abordado, el film pierde fuerza en sus conclusiones y caracterizaciones.

Un hecho poco explorado es la actividad de la Coalición Arcoíris. El gobernador demócrata de Chicago, Richard Daley, profundizó, en una ciudad atravesada por la segregación, una política de mano dura contra las organizaciones sociales. La violencia policial, con su hito más fuerte en la convención demócrata de 1968, llevo a la conformación de la Coalición Arcoíris, un frente entre las Panteras Negras, las pandillas barriales puertorriqueñas, los Young Lords, un partido que luchaba por la autodeterminación de “Puerto Rico, los latinos y los colonizados” y los Young Patriots, una organización de sureños trabajadores pobres. La alianza era un paso adelante en combatir el racismo en el sur. La coalición denunciaba el terrorismo de estado, el racismo, la guerra y la pobreza.

Este tipo de frentes, que era el potencial emergente de una coordinación más general, es uno de los desencadenantes para el establecimiento del COINTELPRO, el programa de contra inteligencia diseñado para bloquear el desarrollo de la izquierda radical norteamericana a través del terror, la infiltración, campañas de desinformación y asesinatos hacia las organizaciones revolucionarias.

El rol de la mujer en la organización política es dejado de lado, salvo por quienes son definidos por su relación a fin a otro personaje (“madres de”, “novias de”) o por el personaje de Deborah Johnson, prometida de Fred Hampton. Un aspecto importante, ya que la gran mayoría de los afiliados al partido eran mujeres que concebían la idea que la liberación negra vinculada a la eliminación de la opresión hacia la mujer.

La dinámica presentada por el film es una suerte de “juego de espionaje” asentado en los hechos reales. Lo que es uno de sus elementos mas atractivos, también es un doble filo. Corre el riesgo de descontextualizar y despolitizar estos movimientos de lucha transformándolo solo en el trasfondo de una historia de crimen hollywoodense. A su vez, los compromisos para lograr la adaptación restan impacto al caso real. La diferencia entre la edad de los actores con sus respectivos personajes juega un rol, aunque no intencionalmente, en reforzar este argumento. La mayoría de los miembros de los Panteras eran jóvenes trabajadores. Hampton tenía 21 años cuando fue ejecutado por la policía y O’neal 17 cuando fue reclutado por el FBI. Que otro impacto hubiera tenido retratar la perversidad y tragedia de la dinámica de la infiltración, de la violencia estatal al usar a estos jóvenes adolescentes, si viéramos a esos actores en edad en la pantalla.

En la búsqueda de exaltar la figura de Hampton, King cae en un cliché usual del cine hollywoodense. En darle tanto peso, los Panteras parecen gravitar alrededor de su carisma. Así mientras está cumpliendo su condena las afiliaciones caen, aportes económicos decrecen y su muerte es presentada como el desencadenante de la disolución final del partido, cuando no fue un hecho aislado sino parte de una campaña más extendida de represión estatal e infiltración.

Pero en el centro de la crisis se encuentran problemas más profundos. Las Panteras Negras no contaban con un horizonte político claro que logrará transformar en una alternativa política el apoyo masivo que llegaron a reunir. Su formulación política difusa, que combinaba una posición antiimperialista, con un planteo de organización “inter-comunal” o sea por comunidades raciales, la idea de que el lumpenaje es un elemento revolucionario y una política de militarización de la organización que aunque no tenía una concepción de acciones foquistas ni de terrorismo individual, sino de autodefensa frente al Estado, fue explotada por las fuerzas represivas para aislarlos de la comunidad donde se estaban insertando políticamente. Las divisiones internas que empezaron a surgir de esta enorme dificultad política y la presión del Estado asesino fueron magnificadas por las infiltraciones promovidas por el COINTELPRO.

Las divisiones fueron dando lugar a polémicas políticas y rupturas. Referentes como Huey P. Newton y David Hilliard plantearon profundizar la experiencia de servicios sociales, como el programa de desayunos gratuitos que alimentaba a casi 12 mil niños de manera diaria, afianzando los lazos con la comunidad, acompañado de la autodefensa, mientras que otros como Eldrige Cleaver plantearan métodos mas confrontativos con las fuerzas policiales. Esta disputa llevara a que Cleaver denuncie, durante una entrevista telefónica en televisión, que el partido había abandonado la agenda “revolucionaria” por una “reformista”. Esto llevara a su eventual expulsión del Comité Central y a la conformación del Ejercito de Liberación Negra (BLA).

A su vez, la decida política de aplastar los movimientos de lucha, envalentonada por la elección de Richard Nixon en 1969, alimentaba las diferencias. Luego del escandalo de Watergate, los documentos de los servicios de inteligencia desclasificados de la época muestran 295 “medidas” que la COINTELPRO tomó contra las organizaciones negras. Estas fueron desde robos, falsificación de correspondencia para crear disputas internas a infiltraciones, pruebas de asesinatos de dirigentes. La llamada a imponer “la ley y el orden” contra las rebeliones en las calles incentivo a las fuerzas de seguridad a organizar irrupciones armadas contra los locales de los Panteras Negras. La respuesta de los Panteras fue la orden de defender cada hogar o sede donde intentaran ingresar reforzando las medidas de seguridad y el armamento.

La idea de encarar la ofensiva estatal como un problema de autodefensa militar y no apelando a la movilización popular de masas, como si lo hicieron contra la persecución judicial, no les permitió trasladarlo al terreno de la disputa política para liderar un movimiento que quebrara el operativo represivo.

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Una lucha por el legado

Desde su estreno, la lucha de la comunidad afrodescendiente ha vuelto a tomar las calles. A poco de un año del asesinato de George Floyd, el fallo favorable de carcel efectiva al asesino a su asesino, sumado a nuevos casos de gatillo facil, no hacen más que revitalizar el movimiento de lucha. En este panorama, la disputa por el legado de uno de sus principales referentes históricos, y en particular, de su planteo anticapitalista, está a la orden del día.

A poco del estreno, el ultra liberal y lobbysta de grandes corporaciones, el senador Cory Brooker, publicó un tweet con un extracto de una de las citas célebres de Hampton. “Tenemos que enfrentar el hecho de que algunas personas dicen que se combate mejor el fuego con fuego, pero nosotros decimos que se apaga mejor con agua. Decimos que no se lucha contra el racismo con racismo. Vamos a luchar contra el racismo con solidaridad”. La cita, omite su cierre: “Nosotros decimos que no vamos a combatir el capitalismo con capitalismo negro, sino que lo vamos a combatir con socialismo”. El sentido del ex gobernador de Nueva Jersey, es la de descontextualizar y eliminar el planteo político radical y anticapitalista.

Este pequeño suceso es síntoma de una intención más general. Con el foco colocado en la historia de los Panteras Negras, y con el fantasma de nuevas movilizaciones, existe una necesidad de sanitizar su legado político y cooptarlo. .

El largometraje de King, inadvertidamente, acompaña esta línea y el apoyo a una salida conciliadora con el capital. El final de la película, presenta al fallo penal, que otorgo $1.8 millones de dólares a la familia de Hampton, como la conquista de justicia por su ejecución. Si bien es una victoria frente al Estado, lo presenta como una victoria del proceso judicial, no como el resultado de un proceso de movilización y lucha por el esclarecimiento del caso. Una enorme movilización, de miles de personas, se hizo presente al funeral de Hampton, exigiendo justicia. Días después, los Panteras Negras organizarían recorridos por la casa para los medios y la comunidad demoliendo el relato oficial que hablaba de un enfrentamiento en el lugar. El asesinato del “presidente” Hampton profundizo la crisis política del gobierno de Richard Daley en Chicago, el cual atravesaba las controversias referidas a la represión de la convención demócrata. Descontextualizar la conquista, presenta un mensaje contradictorio: por un lado, el estado aplastando con toda su violencia la cabeza de un movimiento, y por el otro, el garante de los derechos. Se pierde el valor del planteo y lucha anticapitalista en la ilusión reformista del Estado, desdibujando su contenido de clase y opuesto al planteo del propio Hampton.

Con sus proezas y contradicciones, Judas and the Black Messiah es un film importante. No solo para echar luz sobre una figura poco abordada en las discusiones sobre la historia de los movimientos de lucha norteamericanos, sino también sobre las conclusiones que podemos sacar sobre esa experiencia.

 

 

Marxismo y Liberación Negra: una historia de las raíces sociales y los programas en juego en la rebelión norteamericana

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11/01/2021

Farewell amor: una misma mirada para distintas historias

Un largometraje sobre la guerra civil en Angola y las familias migrantes.

En el festival de cine Sundance 2020, la directora y guionista Ewka Msangi estrenó su primer largometraje “Farewell amor”. Desde diciembre se la puede encontrar en la plataforma no muy conocida pero recomendada: Mubi. Abordada desde la sensibilidad y empatía, esta historia de inmigrantes africanos no deja de ser la realidad de cientos de miles de familias que escapan de su país de origen en busca de una realidad “mejor”. Desde los actores hasta la música, todo está minuciosamente pensado y deja entrever un simbolismo identitario.

La película narra la historia de Walter (Ntare Mwine), un angoleño, que tras diecisiete años de separación logra traer a su esposa Esther (Zainab Jah) y a su hija adolescente Sylvia (Jayme Lawson) a vivir con él a Estados Unidos. Escapando de la guerra civil de Angola, este padre de familia, se instala en Brooklyn tratando de rehacer su vida.

Desde la primera escena en el aeropuerto se puede notar las sensaciones de afecto y extrañeza, ya que se deja al desnudo el conflicto principal que se desarrolla a lo largo de esta obra: ser familia y extraños a la vez.

Esta historia es narrada desde los puntos de vista de los tres protagonistas. Este recurso nos ayuda no solo a acompañar a los personajes, sino también a mostrar las distintas miradas de tres generaciones atravesadas por una misma problemática: estar lejos de casa. Sin embargo, más allá de los conflictos y desencuentros hay algo que los une y los remonta a sus orígenes: la pasión por la música y el baile de su región.

La guerra civil de Angola fue un conflicto armado que se prolongó por 26 años, desde 1975 hasta 2002. Las causas fueron varias, pero la más importante tuvo lugar cuando Angola decide independizarse de Portugal, siendo una de las últimas colonias africanas en lograr su independencia, dando origen así a una lucha de poder dentro de su territorio.

Los principales protagonistas fueron el Movimiento Popular por la Liberación de Angola (MLPA) y la Unión Nacional por la Independencia Total de Angola (UNITA). Por un lado, el MPLA contaba con el apoyo de la Unión Soviética y Cuba. A medida que ganaron terreno, se empezó a instaurar un sistema político económico y centralizado, como también la expropiación y nacionalización de las empresas privadas. Por otro lado, viendo el escenario que estaba deviniendo, Estados Unidos y Sudáfrica comenzaron a apoyar al grupo adversario, intensificando la causa.

Esto tuvo consecuencias muy arraigadas como el exilio de muchos oriundos, un saldo de muertes incontables y una economía muy golpeada.

En conclusión: el suceso que nos muestra la película no es más que un arquetipo de muchas familias que tuvieron que dejar su lugar para buscar un futuro mejor, luchando todo el tiempo con las trabas burocráticas y un sistema que discrimina lo ajeno.

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24/12/2020

“El desorden que dejas”: una serie sobre violencia de género

Lo que cuenta la serie, lo que ignoraron los críticos.

Netflix estrenó la miniserie española “El desorden que dejas”, una adaptación de la novela homónima premiada en 2016 y dirigida por su mismo autor, Carlos Montero. Aquí se abordan diversos tipos de acoso y violencia de género, la opresión de las mujeres y la impunidad patriarcal. Sin embargo, esto fue omitido por gran parte de la crítica española que se concentró en un (errado) análisis superficial de supuesto vacío narrativo, mala adaptación del libro, estereotipación del adolescente, una trama embrollada para un final todavía más complejo (mentira) y una crítica academicista en contra de los coloquialismos galindos y el acento gallego reemplazando el español neutro. A continuación, una reivindicación de este thriller psicológico y un breve análisis con spoilers.

Reseña

Raquel (Inma Cuesta) es una profesora de literatura que atraviesa varios problemas existenciales: duelo por la muerte de su madre, crisis matrimonial y una baja autoestima, lo que le produce un desaliento general por la vida. Esperanzada en superar su situación, se muda al pueblo natal de su marido Germán (Tamar Novas), donde consigue una vacante. La profesora Viruca (Bárbara Lennie) se ha suicidado recientemente y su alumnado está en la mira. El colegio cree que la acosaron hasta provocarle la muerte y su esposo que alguien la asesinó. La policía no investiga nada. Raquel intenta reconstruir lo sucedido y la cantidad de cabos sueltos le despiertan curiosidad: algo está mal, algo se está ocultando. Con su investigación personal y a medida que encuentra lazos de Viruca con el poder político pueblerino, recibirá amenazas, mensajes de números desconocidos y persecuciones. La información será brindada al espectador a paso lento y a medida que Raquel arma este rompecabezas, por momentos sin sentido y anacrónico.

Raquel y Viruca, todas las mujeres

Los paralelismos entre Raquel y Viruca sirven de argumentación, pero mejor para mostrar la realidad cotidiana de miles de mujeres. Ambas sufren de manipulaciones psicológicas, relaciones sexuales no consentidas, cosificación y subestimaciones. Es decir, el combo completo de la violencia machista. Por ejemplo, cuando ellas contradicen u opinan, siempre son violentadas físicamente o menospreciadas por un varón de ceño fruncido y pose sabionda. Cuando manifiestan su pasión por la literatura se las trata de obstinadas y cuando denuncian al patriarcado, de “incendiarias”.

Viruca es todas las mujeres silenciadas. Nótese un simbolismo recurrente. Iago (Arón Piper) eyacula sobre el retrato de Viruca y su manera de limpiarlo es arrancarle un trozo, justo quitándole la parte de su boca. Es lo primero que verá Raquel al entrar a su casa y saldrá corriendo despavorida, sin que el espectador aún comprenda, pero dando algunos indicios. Luego, cuando Iago o su padre Tomás (Alfonso Agra) la fuerzan a tener relaciones sexuales, lo hacen con caricias también sobre su boca, que terminan siempre tapando.

Sobre Raquel podemos ver las psicopateadas de su esposo Germán -quien además es la antítesis de Mauro (Roberto Enríquez). Él justificará su desempleo de dos años por una supuesta parálisis creativa, obligando a que Raquel lo mantenga. También le miente constantemente con el pretexto de “cuidarla porque la ama”, pero pondrá el grito en el cielo cuando Raquel lo haga. Constantemente la tratará como un ser indefenso y no la acompañará en ninguno de sus proyectos alegando que no es una mujer fuerte “como lo eras antes”. Para colmo, tratará a Raquel como una loca obsesiva por intentar reconstruir el caso de Viruca.

En definitiva, en todo momento se elabora una denuncia contra el machismo. Esto se termina de completar con la reivindicación de autoras mujeres, los discursos feministas de Nerea (Isabel Garrido) y la recurrencia en el guion de la consigna “no es no”.

Pueblo chico, infierno grande

La policía y los políticos del pueblo harán todo para cuidar a Tomás y su séquito de ser descubiertos (la muerte de Viruca no es investigada, las denuncias son cajoneadas). El “desorden” que referencia el título tiene varias manifestaciones y una es la desesperación de los machistas a punto de ser desmantelados.

Por otro lado, veremos cómo el pueblo condena a las mujeres reveladas. Cuando Viruca se divorcia y se conoce su vida sexual, recibe comentarios por lo bajo o miradas despectivas que ella enfrenta sin balbuceos. También es juzgada por ocupar esos espacios reservados a los varones: los bares, las reuniones de negocio e inclusive el consumo de drogas. Otra manifestación: ese “desorden” es la irrupción de las mujeres.

Límites en las denuncias

Si le cabe una crítica a la serie, es sobre los límites de las denuncias, ya que son relegadas a una cuestión de género y olvidando el rol del Estado y sus instituciones patriarcales, el desamparo de las mujeres violentadas que denuncian o la educación sin perspectiva de género que se imparte en los colegios.

Por otro lado, Montero intentó estar a la altura de la etapa e incluyó el ciberacoso, pero lamentablemente quedó empañado por una contradicción de la trama. Acá si le damos la derecha a los críticos. Se evidencia el impacto y trauma psíquico, pero no se esclarece por qué Roi (Roque Ruiz) le manda mensajes acosadores a Viruca o amenaza a Raquel con publicar su video pornográfico. Al parecer, por un ataque de celos, pero luego se dice que él nunca supo de Iago y Viruca.

Aparecerán otras temáticas con menos desarrollo. Se harán comentarios irónicos sobre la crisis española, el desempleo masivo, la precarización docente y los desalojos de familias que no pueden pagar el alquiler. Habrá sobre relaciones familiares disfuncionales que cada personaje representa. Sobre la homofobia, los abortos, la imposición de las heteronormas, adicciones y una excelente representación de “los hijos sanos del patriarcado”.

La miopía del crítico

En suma, excelente guion, buenas actuaciones y esta cantidad de temas abordados. La reconstrucción del caso por momentos sin sentido o anacrónica sirve para empatizar con la confusión desesperante de Raquel. Como joya, Montero superó el final del libro con uno alternativo para la serie.

Nada fue inocente o aleatorio. Sin embargo, pasó desapercibido para gran parte de los críticos españoles, que decidieron marcar las dos escenas donde Inma Cuesta olvida su acento gallego y se le escapa uno argentino. Se perdieron en un análisis conservador y superficial, desestimando el resto. ¿Será que se sintieron tocados con las denuncias?

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21/12/2020

“Rompan todo”: la historia del rock en América Latina

Los últimos cincuenta años de la historia latinoamericana están plagados de convulsiones sociales y políticas. De manera inherente, esta también es la historia del rock latinoamericano. Sus orígenes, influencias líricas y repercusiones se relatan en la docuserie “Rompan todo” estrenada en Netflix, dirigida por el director Picky Talarico, de larga trayectoria, y coproducida por Gustavo Santaolalla. A lo largo de sus seis capítulos se recogen un centenar de entrevistas y archivo audiovisual inédito de Fito Páez, Julieta Venegas, Charly García, Alex Lora, Rubén Albarrán y un largo etcétera de artistas que fundaron este género musical de masas.

La idea principal del documental es mostrar cómo comenzó todo y la trayectoria del mismo. Igualmente, no faltará la pregunta fundamental: ¿Qué es el rock? Para Alex Lora es “un medio de comunicación” y para Julieta Venegas “actitud”. Mon Laferte dirá que es algo “muy liberador” y Andrés Calamaro que se reduce a “sexo, drogas y rock and roll, o por lo menos dos de esas tres cosas”. “Un ejercicio de creación espontánea”, añade Zeta Bosio, y siempre fiel a su estilo, Charly García dice que el rock es “fuck you”.

Yo que nací con Videla, yo que crecí sin poder

Hay una larga discusión sobre si la primera canción de rock en español fue de Los Saicos (Perú, 1965) o de Los Beatniks (Argentina, 1966). El documental aporta su tercera posición: el estadounidense Ritchie Valens y su versión de “La bamba” (México, 1958). “Siempre decimos que si no se hubiera muerto en ese accidente, el rock en Latinoamérica se hubiera adelantado diez años”, dice Talarico. Según este documental, su propagación también continúo en México con Los Teen Tops y sus covers en español de The Beatles o Little Richard. Sin embargo, existen más bandas que también los hacían: Los Ramblers (Chile), Los Shakers (Uruguay) y Sandro y los de Fuego (Argentina), resultando ser las primeras bandas en llegar a la radio o televisión.

Más allá del debate, lo concreto es que los orígenes del rock se ubican en contextos de convulsión social. Eran tiempos de censura y represión, factores que se fueron intensificando con el tiempo. Las composiciones propias eran desestimadas por las productoras: nadie se quería arriesgar a publicar líricas contra el sistema, contra el futuro impuesto o la vida mercantil. Desde un primer momento, el rock fue una expresión del descontento juvenil, de su visión alternativa y de sus propias experiencias, lo cual polemizaba constantemente contra lo establecido. Las dictaduras y gobiernos totalitarios que asolaban Latinoamérica condenaban, oprimían y luchaban contra estas tendencias, pero el resultado fue la incrementación. La rebeldía era el sello distintivo de una juventud que no quería callarse más y estaba dispuesta a cambiarlo todo. Y esta sumatoria politizaba por completo al rock. En los recitales se denunciaban las desapariciones y las torturas; se lloraba la guerra de Malvinas por un lado y se quemaban banderas británicas, por el otro; se reclama por libertad de expresión y también contra de la criminalización de la juventud. Quienes asistían a estos eventos, desde los artistas hasta el público en general, solían terminar la noche en comisarías y golpeados por la policía (por ejemplo, a León Gieco le prohibieron cantar “Sólo le pido a dios” con un arma en la nuca). Y eso se mantuvo durante su posteridad. La década neoliberal de los ‘90, el Argentinazo del 2001 y la tragedia de Cromañón en 2004, el Tequilazo y las censuras de Peña Nieto, hasta la rebelión popular chilena del 2019 se encarnó en el compromiso social del rock. Las letras que se escribían demostraban un deber de querer cambiar lo impuesto.

Ese extraño del pelo largo

En un mundo de adultos con traje y corbata, el rock apadrinó a todos esos huérfanos del sistema. Se construyó, a partir de entonces, una bandera identitaria propia, costumbres y estilos. El pelo largo, los vinilos de madrugada, los recitales de Almendra en antros marginales o los primeros acordes aprendidos forjaron una postura contestataria. El sentido de pertenencia más allá de la música, se hacía presente y marcaba una diferencia generacional.

Los autoritarios también respondían. A Luis Alberto Spinetta lo detuvieron y lo raparon, lo cual tiene un violento simbolismo como rasgo de época. También la censura era moneda corriente: Sui Generis cambiando las letras de Botas Locas en plena grabación o en México a mediados de los 80’ que cuando se impuso la dictadura tener una banda de rock era una prohibición por ley. Veían en este género un potencial revolucionario y lo endilgaron a “los comunistas apátridas”. Tanto era así que cuando empezó a exacerbar la situación de dictadura, artistas que estaban en listas negras optaron por el exilio: Anibal Kerpel, cantante de rock argentino, cuenta: “Uno sentía que lo echaban de su país” mientras que Billy Bond añade: “A mi me dijeron que me borre o me iban hacer pelota, y ahí me fui”.

Algunas polémicas

Desde que se publicó el póster, aparecieron varias discusiones de “los excluidos” y cuestionando que, la mayoría de los artistas y bandas, guardan una relación de amistad o descubrimiento artístico con Gustavo Santaolalla (casos de Café Tacuba, Julieta Venegas o Andrés Calamaro) y también que se abocan más a las tradiciones argentinas o mexicanas, dejando por fuera a Venezuela, Colombia o Perú. En su defensa, Santaolalla y Talarico declararon que la historia del rock es muy rica en todos los países y que, por una cuestión de producción, era imposible abarcarlo completo en una serie.

Lo que aún no aclararon fue sobre el rol relegado de las mujeres. Solo hacen mención de la primeras cantantes del rock en distintos países pero sin profundizar en la cuestión y recién en el último capítulo aparecen cantantes influyentes pero solo por algunos minutos. Se reivindica a Mon Laferte, Andrea Echeverri, Juana Molina y Celeste Carballo como voces nuevas dentro del género que ganaron su lugar, pero sin mayores profundidades e incluso continuando con el olvido de bandas como Viuda e Hijas, Amanitas y Ruido Rosa, o artistas como María Rosa Yorio e Hilda Lizarazu.

Finalmente, el último punto que toca la serie es sobre la muerte o subsistencia del rock.  “Es una actitud y […] tiene en Residente a un referente que involucra al rock en lo que hace, lo mismo que Wos. Estamos en un momento medio de hibernación. Pero con lo que no hay discrepancia, de hecho, es que el rock va mutando y siempre encuentra nuevas formas. Sin embargo, estoy convencido de que existe un futuro para el rock”, reflexiona Santaolalla. Por su parte, Axel Lora lo resume mejor “mientras haya políticos corruptos, el rock va seguir existiendo, por ende, nunca se va acabar.”

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21/12/2020

A 80 años del nacimiento de Frank Zappa

Un nuevo documental da una mirada completa a la carrera del multifacético artista.

Se cumplen 80 años del nacimiento de Zappa y en el marco del aniversario, el director Alex Winter estreno una película que según Amhed Zappa, hijo del músico, es el “documental definitivo” sobre la vida y obra del autor de Joe’s Garage. El material es variado y abundante ya que se contó con el archivo de la familia Zappa, además de valiosos aportes de músicos que colaboraron en diferentes periodos de su carrera como Ian Underwood, Steve Vai, Pamela Des Barres, Bunk Gardner, David Harrington, Scott Thunes, Ruth Underwood y Ray White, lo cual nos permite recorrer las múltiples y variadas facetas del artista, que fue un guitarrista notable, un compositor revolucionario, un rockstar, un anti-rockstar, artista plástico, leyenda del rock and roll, entre otras.

A su vez, la película recoge las opiniones del músico que fue, en todo sentido, una máquina de incomodar, por sus composiciones, sus acciones y opiniones políticas. Se expresó fuertemente contra el monopolio de la industria musical y contra la censura. Con un tono satírico casi constante, criticó la religión, al hipismo, el consumo de drogas, al gobierno de los EEUU y la censura.

Hungry freak!

Zappa no nació en una casa particularmente “musical”. Su padre trabajaba en Edgewood Arsenal, en Maryland, un centro de fabricaciones militares donde se producían armas químicas, y según el músico, hasta los 13 se interesó más en los explosivos que en cualquier otra cosa y sus primeros acercamientos a la música fueron en su adolescencia. En este momento, se comienza a empapar de la influencia de dos elementos que son los ingredientes más constitutivos en sus composiciones. Por un lado el R&B, con guitarristas como Clarence “Gatemouth” Brown, Elmore James, Johnny Watson, Guitar Slim, y por el otro en compositores contemporáneos, entre los que se destacó Edgard Varèse.

A los 16 empieza a tocar la batería en The Blackouts, una banda cuestionada por ser “multirracial”. Entre el 64´y 65´, a sus veintipocos, comienza a ganarse la vida diseñando tarjetas comerciales, avisos, música de películas. Con esto último logra juntar plata para comprar una guitarra y comprar un precario estudio de grabación en Cucamonga, California, donde se instala. Lo que sigue son 30 años de composición constante que quedaron registrados en aproximadamente un centenar de discos, y algunas películas. En un principio con The Mothers of Invention (1965) y luego como solista, Zappa atraviesa varias etapas dónde pesa tanto la variación como la constancia de su marca personal. En sus discos se concentran elementos además del blues, el rock progresivo, el doo wop, tiene albums más jazzeros como en Waka/Jawaka o en The Grand Wazoo (ambos de 1972), otros más pesados, como The Man From Utopia (1983), discos enfocados en su rol de guitarrista como la trilogía Shut Up ‘n Play Yer Guitar (1977 – 1980 ), y conciertos de orquesta como The Yellow Shark, última producción de Zappa en 1993.

Contra la industria

En el documental de Winter, son varios los momentos donde Zappa explícita cual es el elemento que ordena su producción. “Quiero escribir música y grabarla para poder escucharla y que la escuchen todos los que quieran”. Esto, sumado con la voracidad compositiva del músico y la necesidad de no quedarse en un lugar cómodo, lo pusieron en contradicción con la industria discográfica, hambrienta de empaquetar productos y abultar ganancias. La industria capitalista, funciona como un corsé de fuerza contra el libre desarrollo de la expresión artística.

Los conflictos legales con MGM y Warner por los derechos de las obras hacían que los únicos ingresos de Zappa sean por sus presentaciones, prácticamente. Por ejemplo, Warner frena el lanzamiento de Läther alegando tener los derechos de la obra, un proyecto de 4 discos que iba a editar en Halloween de 1977. Zappa llevó el material a la radio alentando a que graben cintas del mismo. A raíz de este episodio entraron en juicio. Finalmente, consigue los derechos de su obra y logra seguir produciendo de forma independiente. En 1979 edita con su propio sello el exitosos disco Sheik Yerbouti.

You can’t do that on stage anymore

El aspecto más positivo en torno a sus ideas está sin lugar a dudas en sus posiciones contra de todo tipo de censuras, que se convirtió en una bandera para el músico.

El problema de la censura golpeo tempranamente al músico cuando en 1965 mientras trabajaba en el estudio de Cucamonga, cuando la policía lo encarcela durante 10 días, armando una operación con un agente encubierto, bajo la falsa acusación de realizar películas pornográficas. Según Zappa, esto fue determinante en su vida.

A mediados de los años 80, alzó su voz contra el PMRC (Parents Music Resource Center), un organismo conformado por varias esposas de dirigentes políticos como Susan Baker, esposa del en ese momento secretario del tesoro James Baker. El organismo que tenía por objeto controlar el contenido sexual o satánico de las letras de las canciones. Aunque las acusaciones del organismo se dirigían a artistas como Prince o Bruce Springsteen, encontraron en Zappa un férreo opositor.

En 1989 en Checoslovaquia se da la “revolución de terciopelo” que da inicio a la restauración capitalista. Zappa viaja al país para apoyar al nuevo gobierno entendiendo que se habría un camino de mayor democracia. Al llegar al aeropuerto hay 5 mil personas esperándolo. Bajo la burocracia estalinista había estado prohibida su música y se había masificado de forma clandestina. Era famoso allí.

Checoslovaquia nombró a Zappa como representante cultural en EEUU con la intención de ayudar en la intermediación entre ambos países, pero después de haberse enfrentado a Susan Baker y la PMRC, el gobierno yanki le pide expresamente a los checoslovacos que saquen al músico del medio.

En general, a la hora de leer artículos sobre su obra, uno suele encontrarse con un señalamiento recurrente, que también es repetido en el documental de Alex Winter. Zappa es presentado como “no solo un gran músico, sino también un gran pensador”. Esto oculta en una vaga generalización un conjunto de opiniones y acciones de lo más variadas, pero todas o casi todas, vomitadas en la cara del público casi siempre de forma irónica, incomodando. Más cerca a la provocación que a la elaboración de un cuerpo de ideas coherentes.

En sus opiniones políticas declaraba una lucha contra el autoritarismo en todas sus formas e identificaba al comunismo como un régimen autoritario, sin distinguir entre el comunismo y el termidor soviético; en paralelo son reiteradas las declaraciones en el sentido de “hacer funcionar la democracia que tenemos”, esto por un lado presenta como aspecto positivo la convocatoria a las masas a intervenir para transformar una realidad injusta, pero también encuentra el límite de la ilusión de que esa transformación se pueda realizar en el marco formal del sistema en el que vivimos.

La propuesta artística de Zappa hacía hincapié en el absurdo como respuesta a lo absurdo que encontraba al mundo, los músicos que tocaban con el no solamente tenían que tener un excelente nivel de ejecución instrumental sino que tenían que tener la capacidad de hacer cualquier cosa en el escenario.

Encontraba en la sátira permanente una respuesta a lo absurdo que encontraba al mundo. Un mundo en una época donde las contradicciones de la capacidad técnica del hombre que llegaba a la luna se chocaban con la barbarie del imperialismo que todavía se perseguía a los negros en EEUU, o mandaba a matar a miles de jóvenes a una guerra sin sentido. En esa contradicción Zappa se refugió en el absurdo y rechazo cualquier tipo de organización como respuesta.

Por un arte libre

Frank Zappa fue un artista con mayúsculas, lejos de contentarse sobre la variación de modelos establecidos busco todo el tiempo generar algo nuevo que afecte a su entorno. Logro fusionar al rock and roll como movimiento cultural del cual era parte, con lo más vanguardista de la composición musical.

El propio desarrollo de su carrera, orientado no en función de las regalías que le puedan dejar tal o cual “hit”, sino en favor de conseguir los recursos para hacer realidad sus proyectos, es un contraste marcado con una maquinaria industrial de la música y el arte en general, que bajo el capitalismo, ordena la producción en función de la ganancia capitalista y no en la elevación cultural del hombre.

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05/11/2020

Su casa: una película sobre el horror de la experiencia migrante

El debut cinematográfico del director Remi Weeks, que puede verse en Netflix, aborda la crisis migrante confrontando fantasmas, traumas y el miedo a la deportación.

La elección del terror como vehículo expresivo para retratar la “experiencia negra” ha ido en aumento en los últimos años. La sensación de horror y de pavor creada por la combinación de la disrupción de lo desconocido y fantasmagórico, con la amenaza real de las injusticias sociales, genera un terreno predilecto para que directores negros puedan crear sus historias frente al limitado margen que el cine mainstream permite.

Es esta tendencia en la que se monta el director Remi Weeks para su debut fílmico Su casa (His House), una historia sobre la experiencia de los migrantes y refugiados africanos mientras intentan lidiar con el trauma, la sensación de otredad y la burocracia estatal.

El film sigue a una pareja sudanenses, Rial (Wunmi Mosaku) y Bol (Sope Dirisu), quienes luego de una caótica travesía desde un pueblo pobre en el sur de Sudán hasta el cruce por el océano -donde pierden a su hija- para atravesar la frontera, se encuentran en un centro de refugiados y están por ser liberados. Serán asignados a una casa en Essex (Reino Unido), mientras su pedido de asilo es considerado. Su nuevo hogar se encuentra devastado, con una precoz instalación eléctrica, paredes derruidas y vecinos poco amigables a los extranjeros. Los oficiales del departamento de inmigración insisten en que están libres bajo fianza y que no se les permite trabajar u obtener un ingreso extra del que les dé la asistencia social. Si deciden irse o si no se adaptan estarán en condiciones de ser deportados. “Sean de los buenos”, los instan los oficiales. La indiferencia y frialdad del Departamento de Estado es enfatizado a lo largo del film. Pero el peligro también tiene forma fantasmal. Criaturas que viven en las paredes de la casa parecen haberlos seguido desde África, acechando a todo momento con ruidos y manifestaciones. De esta forma, la pareja se encontrará acorralada por la amenaza de la presión social y de lo sobrenatural, donde el terror puede provenir de un espectro o de un oficial de la ley.

Remi Weeks toma de su propia vivencia como hijo de migrantes, y de la que traen las organizaciones de ayuda a refugiados, para retratar el sentimiento de enajenación y de otredad ante el duro proceso que impone el Estado a quienes abandonan su país. “Hay un lado que quiere asimilarse y ser aceptado por una cultura que es ambivalente hacia uno. Existe otra parte que quiere rechazarlo, que es orgulloso de donde viene, que quiere rebelarse contra las normas. Esto siempre ha sido tema de conversación con mi familia y amigos: ¿qué partes de nosotros son inglesas y qué partes de otros lugares?”, señalaba el director a The Guardian (25/10)

Esta dualidad será reflejada en cómo la pareja aborda su nueva realidad. Bol se forzara a encajar en sociedad frente al terror de volver a Sudán, a la par de su búsqueda frenética por el origen de los espectros que lo acechan para intentar expulsarlos. “Empezamos de cero. Volvemos a nacer. Esta es mi casa”, pasa de ser una afirmación a un mantra para Bol. Esta necesidad de encajar también se encuentra con la dura realidad de los límites impuestos por el Estado. ¿Cómo es posible que se adapte un extranjero a una sociedad nueva en viviendas precarias, sin posibilidad de trabajar y en condiciones de arresto domiciliario?. Cuando Bol, visiblemente agobiado por el estrés del acecho de lo sobrenatural y de la confrontación con sus propios demonios, pide ser relocalizado a otra vivienda, es cuando la indiferencia estatal es más visible. Como es repetido a lo largo del metraje, están buscando cualquier excusa para deportarlo.

Rial, por su parte, se mantendrá en calma, aceptando la realidad de que este nunca será su hogar completamente, afirmándose en sus raíces africanas, y que los fantasmas no son sino una maldición de sus tierras, instándolos a pagar las deudas que los han llevado a su nuevo destino. Este sentimiento de otredad frente a las raíces étnicas, el choque cultural, es especialmente explorado por el director. Frente a la inspección de una enfermera, ella explicará, para incomodidad de la trabajadora de salud, que está marcada por los símbolos tribales de las facciones en conflicto en el sur de Sudán. Esta fue la forma de salir indemne del conflicto armado que se desarrolla entre las tribus. Pero la identificación física que era una garantía precaria ahora lo es menos. Como muestra la película, al acercarse a un grupo de jóvenes negros londinenses por direcciones frente a la desorientación que produce las calles de un pueblo desconocido, solo recibe insultos. “Regresa a África, maldita sea”, gritan los adolescentes afirmando que la solidaridad no entiende de color. Este enfoque también habla del trauma de los refugiados. Finalmente, como Rial le explica a Bol, “después de todo lo que padecimos, de lo que vimos que el hombre es capaz, ¿crees que le temo a los ruidos de la noche?”.

En el centro de la escena se encuentra entonces, durante el recorrido del film, esas preguntas: ¿de quién es la casa? ¿De quienes han decidido habitarla? ¿De los traumas que los confrontan al caer la noche? ¿O de una sociedad y Estado ajeno al que deben rendirle cuentas?

La casa es una película que llega en un momento oportuno para colocar el eje nuevamente en la crisis social que atraviesan los migrantes y refugiados en Europa, y en particular en Reino Unido. Hace casi un año en Essex, donde transcurre el film, un contenedor refrigerado fue encontrado con 39 inmigrantes muertos por el congelamiento. Hace pocos días se conoció la noticia de que cuatro personas, incluyendo dos niños, murieron ahogados y por hipotermia al intentar cruzar el canal que comunica a Francia. El éxodo migratorio hacia la Unión Europea, escapando de las sequías y las guerras civiles -atizadas por el imperialismo- tiene una parada especial en Reino Unido. La falta de documentos para transitar, junto a la flexibilización, generaban las condiciones para la explotación de los migrantes en el mercado laboral en negro. A su vez, la necesidad de desmantelar el campo de refugiados La Jungla, ubicado en Calais (al norte de Francia), donde las condiciones de infraestructura son de extremo precarias y los desalojos violentos de la policía extreman la crisis sanitaria, han impulsado a muchos a cruzar el Canal de la Mancha hacia las costas inglesas.

Sumado al agravante de la pandemia, el proceso alrededor del Brexit ha llevado a un endurecimiento de la política antimigratoria. Las rutas legales de acceso para quienes buscan llegar al territorio a pedir asilo han ido cerrándose, mientras que la normativa que ampara las reuniones familiares en el territorio de la Unión Europea, expira el 31 de diciembre. El gobierno de Boris Johnson está trabajando en convenios bilaterales con los países europeos, empezando con Francia, para deportar a los refugiados a los países de donde inmigran, por más que estos no sean sus países de origen, y los proyectos del gobierno británico de abordaje sobre la crisis migrante por fuera de los límites de la UE lejos están de dar una salida positiva al problema.

Así la ópera prima de Remi Weeks centra la visión en el padecimiento de quienes navegan en el precario sistema migratorio. Donde el pavor de la supervivencia a la pobreza y la guerra se vuelven manifestaciones espectrales y el acecho del Estado, expectante ante un motivo para la deportación, configura un relato sobre la experiencia migrante que, como menciona el actor Sope Dirisu en una entrevista, “es más un documental de lo que quisiéramos que fuera” (Yahoo! News, 28/10).

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31/10/2020

El juicio de los 7 de Chicago: la historia detrás de un film edulcorado (y a la medida de Biden)

Aaron Sorkin estrenó su segunda película como director, abordando uno de los casos judiciales de persecución política más escandalosos de la historia norteamericana.

“Nunca antes me habían juzgado por mis pensamientos”. Así resumía Abbie Hoffman, uno de los acusados, la motivación detrás del juicio hacia los “7 de Chicago” -o de los 8 o 10, según quien lo mire-, uno de los casos más emblemáticos de la política de persecución y aleccionamiento hacia el movimiento popular en Estados Unidos. El caso ha sido adaptado varias veces, tanto en formato documental como en ficción, debido a lo escandaloso y carnavalesco del proceso judicial.

Recientemente disponible en Netflix, Aaron Sorkin agrega una nueva versión de los hechos en su segundo film como director, El juicio de los 7 de Chicago (The trial of the Chicago 7). En ella se recorre el proceso que llevó desde las jornadas de Chicago de 1968, donde las movilizaciones contra la guerra de Vietnam frente a la convención demócrata devinieron en una brutal represión en las calles de la ciudad, al juicio impulsado por la nueva administración nixoniana contra sus organizadores, bajo el cargo de conspiración e incitación a la violencia a través de varios Estados. La película ya se encuentra en carrera para logra una nominación para los Oscars 2021.

Los ocho acusados fueron Abbie Hoffman y Jerry Rubin (líderes del Partido Internacional de la Juventud o “Yippies”), David Dellinger (objetor de conciencia en la Segunda Guerra y referente pacifista), Tom Hayden y Rennie Davis (dirigentes de Estudiantes por una Sociedad Democrática), John Froines y Lee Weiner (los únicos dos que finalmente fueron absueltos) y Bobby Seale, cofundador de los Panteras Negras, que a pesar de solo haber estado unas horas en Chicago para dar un discurso y no haber participado de las jornadas. fue acusado junto al resto para dar “diversidad”.

“Estos son los premios Oscar a la protesta y me siento orgulloso de estar nominado”, ironiza Lee Weiner al comienzo del juicio. Sus abogados, William Kunstler y Leonard Weinglass, del Centro de Derechos Constitucionales, son quienes completan el equipo de imputados, ya que a lo largo del juicio fueron acumulando un listado de penas por desacato al denunciar las irregularidades y parcialidades del proceso. Enfrentados a ellos se encontrarán el senil juez Julius Hoffman, quien desautorizará constantemente a los perseguidos, y los fiscales Tom Foran y Richard Schultz.

Las protestas

La convención demócrata de Octubre de 1968 realizada en Chicago tenía, para sus contemporáneos, una significación central en el desarrollo de la situación política a fines de los ’60. El gobierno demócrata de Lyndon Johnson se encontraba en pleno desgaste, a pesar de los índices económicos oficiales favorables resultantes de la inyección monetaria del Estado en la actividad privada y programas sociales. De un lado, con una fuerte oposición del movimiento popular, con una destacada ola de huelgas (sanidad, correo, metalúrgicos…); del otro, por el alejamiento de sectores conservadores de la política norteamericana que pugnaban por un recorte de las prebendas estatales y por una política más dura contra los trabajadores.

Desde el campo popular, el movimiento de derechos civiles cumplió un rol fundamental en ese desgaste. Como respuesta a la brutalidad policíaca y a los crímenes raciales perpetrados por supremacistas, se creó el Partido Pantera Negra en 1966. A partir de aquí, comenzó un proceso de persecución hacia las organizaciones de autodefensa y de derechos de la comunidad afroamericana como política de Estado. El jefe de la Oficina Federal de Investigaciones, Edgar Hoover, llegaría a afirmar que estas organizaciones eran “la mayor amenaza para la seguridad del país”. La escalada de violencia racial que marcó toda la década de los ’60 tuvo uno de sus puntos más altos con el asesinato de Martin Luther King Jr. en abril de ese año.

En el corazón del descontento popular también estaba la política bélica. Las movilizaciones contra la guerra de Vietnam iban en aumento a la par -como se ve en el film- del aumento de las levas, incrementando la cantidad de soldados activos en la ocupación y el número de víctimas entre las tropas norteamericanas y del pueblo vietnamita.

Con un partido dividido, incapaz de contar con el apoyo suficiente para renovar su mandato, Johnson decidió no presentar su reelección. Así, el “meeting” de octubre de 1968 tenía por objetivo final la designación de un nuevo candidato para las elecciones presidenciales de ese año. El elegido enfrentaría al republicano Nixon, cuya campaña era la de “poner orden” frente al enorme descontento popular. La designación se encontraba cuestionada. Uno de los pre-candidatos favoritos de las direcciones reformistas dentro de los movimientos sociales, el neoyorquino Robert Kennedy, había sido asesinado previamente a la convención. Frente a esta crisis, el núcleo institucional del Partido Demócrata elige a Hubert Humphrey, vicepresidente de Johnson y representante de la línea continuista de las políticas de Estado.

Con todos estos condimentos, las organizaciones políticas y de derechos civiles convocaron a movilizarse ante la convención en repudio a la continuidad que implicaría la designación de Humphrey y para presionar, por izquierda, a la designación de un candidato anti guerra como Eugene McCarthy (quien, sin embargo, tras haber perdido por poco las primarias terminaría llamando a votar a Humphrey en las elecciones).

La película muestra las negociaciones llevadas adelante con la oficina administrativa del alcalde de Chicago para tener un lugar donde movilizarse. “Vendrán miles a Chicago. Si no les da un lugar, se manifestarán donde estén. Sería negligente y peligroso no tener un plan de contingencia para la ciudad”, le advertiría Tom Hayden al departamento de Estado luego de una de las cinco entrevistas donde se les negó un espacio. El plan de contingencia del alcalde Richard Daley fue el estado de sitio por la duración de la convención: veinte mil efectivos de la guardia nacional, diez mil oficiales de policía y miembros de la brigada antidisturbios fueron desplegados en Chicago. Daley dio la orden de “disparar a matar” contra los “incendiarios” y se señalaba a los activistas como “revolucionarios dispuestos a destruir el gobierno de Estados Unidos”. “La Convención Demócrata está por empezar en un estado policial”, era la afirmación de los medios.

En estas condiciones se dio el éxodo de movilizados de diversos estados hacia Chicago. Sin lugar donde tener garantizadas las concentraciones en la ciudad, los manifestantes tomaron de hecho las plazas en las inmediaciones de la convención y las calles fueron testigos de la brutal represión de la guardia nacional. Una de las escenas más escalofriantes del film es la que muestra, ya comenzados los choques con las fuerzas, a un grupo de manifestantes rodeados por la policía, viendo cómo los efectivos esconden sus placas para evitar ser reconocidos mientras avanzan con toda violencias hacia ellos.

El juicio

La nueva administración del presidente Nixon dio continuidad a esta política contra la protesta con el inicio de un proceso judicial contra sus referentes, amparado en la recientemente aprobada ley Rap Brown -que postulaba como crimen federal el “atravesar estados para generar revueltas” y “conspirar”, algo para lo que la norma establecía elementos de prueba completamente arbitrarios. El objetivo fue hacer de este un juicio ejemplar para aleccionar a los movimientos sociales.

El proceso judicial, que duró 150 días, estuvo viciado de controversias e irregularidades. El juez llegó a ordenar que se encadene y amordace a Bobby Seale durante tres días en la corte además de no permitirle ser representado por ningún abogado. También fueron declarados nulos testigos clave de la defensa -como lo muestra el film con el testimonio del anterior fiscal general de los Estados Unidos, quien testifica afirmando que la policía había generado los disturbios.

También la actitud de los acusados llamó la atención de los medios, en particular con las intervenciones de Abbie Hoffman y Jerry Rubin -una de las más emblemáticas, cuando ingresaron al tribunal vestidos con togas negras de juez que, al requerir este que se las saquen, descubrían disfraces de policía.

En los meses que duró, el juicio generó una gran repercusión. A pocos días de iniciado, la Guardia Nacional tuvo que apostarse en los tribunales frente a los miles de manifestantes concentrados en la entrada. Muchos referentes de izquierda y de la “contracultura” de los sesenta desfilaron como testigos, como también -del otro lado- un gran número de policías infiltrados que participaron de los enfrentamientos. En febrero de 1970 los acusados fueron considerados culpables de conspiración y, junto a sus abogados y algunos testigos, de desacato, sumando a su condena entre 2 meses y 4 años. Finalmente, en 1972, la sentencia fue retirada debido a las irregularidades del proceso.

El film

Aaron Sorkin recorre esta historia, centrándose más en el juicio y explorando los hechos de Chicago en “flashbacks”, pero en una versión light. El episodio del amordazamiento de Bobby Seale solo dura un momento y genera una reacción inmediata de la fiscalía, algo que está lejos de haber sucedido. Así también la violencia policial, aun en sus momentos más escalofriantes, es mucho más medida de lo que realmente fue la represión durante las jornadas de agosto; y la represión se transforma en un “enfrentamiento” que pudo haber sido evitado. Particularmente falseada está la figura del asesor del fiscal, Richard Schultz, encarnado por un amable Joseph Gordon-Levitt y presentado como alguien reacio a llevar adelante el caso contra los acusados y hasta empático con estos -algo que el propio Schultz se encargó de desmentir rotundamente tras el estreno del film.

En esta misma línea, la intervención popular pasa solo a ser un dato anecdótico y no un jugador activo. Durante el transcurso del juicio, Fred Hampton, vicepresidente de los Panteras Negras y quien acompañó a Bobby Seale durante el proceso, fue asesinado por la policía. Si bien la mención del hecho en el film ilustra la realidad violenta a la que se enfrentaban los afrodescendientes, lo que omite es la movilización de más de 5.000 personas en su funeral y la conmoción que generó en la opinión pública.

Finalmente la película, más que en el juicio en sí, se centra en el debate sobre el abordaje del poder de las movilizaciones populares entre dos de los activistas, el radical yippie Abbie Hoffman y el militante de la juventud demócrata Tom Hayden, con quien el director parece sugerir mayor simpatía. El primero, planteando la emergencia de una revolución, el desarrollo de una “contrahegemonía” y el descrédito hacia los gobernantes mediante intervenciones contraculturales; el segundo, que el futuro de los movimientos progresistas depende de ganar elecciones. La resolución planteada por Sorkin, un punto intermedio donde la necesidad de un cambio cultural no debe dejar de conservar las formas del juego democrático, termina guiada por una utopía conservadora. Finalmente, ambos puntos de vista juegan dentro de los límites de las presiones que los movimientos sociales pueden ejercer sobre las camarillas del partido demócrata, y no sobre una alternativa independiente que pueda dar una salida superadora. Cualquier similitud con las declaraciones públicas de Sorkin, llamando a “madurar” a la izquierda reformista del partido demócrata, no es pura coincidencia.

El juicio de los 7 de Chicago llega con una clara intencionalidad política. El guion, en lo que Sorkin es especialmente apto, rememora muchos de los debates de la actualidad de la política de estado norteamericana. La violencia policial y la persecución judicial “para defender la seguridad nacional” de los “terroristas internos” no hace sino pensar en las declaraciones de Donald Trump frente a los antifascistas y el Black Lives Matter. También la elección de Hayden como quien cumple el rol del observador de gran parte de los hechos, como un substituto del espectador, invitándonos a empatizar con el joven demócrata, tiene una función política clara, ya que Sorkin ha expresado su apoyo al ala que se alinea con Joe Biden y Kamala Harris, los candidatos favoritos del gran capital de Wall Street.

Esto hace que el film deje mayormente indemnes a los demócratas que, justamente, fueron los responsables de la represión en Chicago. Así, un episodio que desnudó la violencia y arbitrariedad del Estado capitalista contra la protesta popular termina convirtiéndose en la trama en un “exceso” de una administración, la republicana.

Con todo, la película es una valiosa dramatización de un episodio de la historia norteamericana a la que vale la pena volver a analizar. Pero cuyo impacto sufre debido a sus compromisos políticos.

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30/09/2020

La Valla: una nueva distopía española llega a Netflix

Llega a la plataforma de streaming la producción española que imagina un futuro distópico luego de la Tercera Guerra Mundial.

“Nuestro país y el mundo entero se enfrentan a su hora más crítica”, se escucha en la cadena nacional en los televisores madrileños.  Se anuncia el estado de excepción en el territorio español mientras en las calles se dan represiones a manifestantes, allanamientos y detenciones. Estos son los primeros minutos de La Valla, serie española de Atresmedia, disponible desde el 11 de septiembre en Netflix.

Ambientada en un futuro cercano, nos revela una Madrid devastada por las consecuencias de la Tercera Guerra Mundial. La escasez de recursos naturales, la constante vigilancia y el control de gobiernos dictatoriales y una extraña enfermedad definen cada aspecto de la vida de nuestros protagonistas. La vida en las zonas rurales se vuelve imposible, debido a la escasez de recursos, y la capital española se divide en dos regiones, divididas por la Valla: el Sector 1 (el de los gobernantes y la clase alta) y el Sector 2 (el resto de la población pobre). En este contexto, la historia se centrará en una familia que lucha por recuperar a su hija, secuestrada por el gobierno que lleva adelante inescrupulosos experimentos con niños en busca de una cura contra la pandemia.

Previo a su estreno, la producción ya contaba con grandes expectativas entre el público español, ya que es la primera serie distópica de la TV española. Creada por Daniel Ecija, el estreno de la serie fue pospuesta en otras cadenas de televisión debido a las similitudes entre la serie, que aborda una enfermedad para la cual no existe cura, con el contexto actual de pandemia. En una entrevista, Eleonora Wexler, la actriz argentina que le da vida a Alma, la directora de un centro de investigación epidemiológico del gobierno autoritario, afirmó que “era una distopia cuando se comenzó a filmar y cuando se estrenó. Hoy ya no lo es”  (La Nación, 22/9). La Valla no es solo el enorme muro que divide los sectores, sino que también alude a los diferentes controles que deben pasar los ciudadanos para poder atravesarlo. Permisos que acrediten que uno no está enfermo ni tuvo contacto con quien haya contraído la mortal enfermedad, o la desinfección de los individuos al pasar por la frontera entre sectores, recuerdan sin muchas vueltas tanto a las necesarias medidas sanitarias frente al Covid-19 como a la avanzada represiva que montan con esta excusa los mismos gobiernos responsables del vaciamiento hospitalario.

Para esta construcción, la serie toma inspiración del pasado. Ecija elige recorrer en la experiencia de la posguerra, la conformación de un nuevo régimen político y el aprovechamiento de esta situación para asestar un golpe a las libertades democráticas. “Las personas tenían mucho miedo y querían gobiernos muy fuertes que garantizasen su seguridad -explica el personaje de Amelia a su nieta Marta durante el primer episodio- Pero lo malo es que esos gobiernos fueron los que provocaron la guerra, hija. Y en nombre de esa seguridad nos quitaron lo más importante que tienen las personas: la libertad”. Las fuerzas de seguridad del mundo de La Valla recuerdan en más de un sentido al franquismo y a otros gobiernos dictatoriales. Robos de bebés, torturas, delatores e infiltrados, secuestros y asesinatos en plena calle son algunos de los métodos que utilizarán para mantener a raya a los ciudadanos. Comandados por un nuevo y ambicioso jefe superior de la Dirección de General de Seguridad del Estado, los demás ministros se preguntaran hasta donde las élites deben entregar en una situación excepcional el poder a las fuerzas de seguridad. “Les damos poder para que puedan protegernos (…) Pero cuando se vengan de arriba ¿Quién nos va a proteger de ellos?” se cuestionan dos mandatarios, resguardados en sus mansiones del Sector 2. En la entrevista antes mencionada, Eleonora Wexler también señaló eses aspecto: “es un mundo cercano. Esto te remite a la época del proceso, a la década del setenta, fíjate la estética y la vestimenta”. Frente a este régimen represivo es que empieza a surgir una resistencia, aún por presentarse ante los espectadores.

La pobreza, la escasez de recursos y la opresión de gobiernos ultraderechistas que coartan las libertades democráticas se ponen en el foco de esta tira empalmando con el terror real de la actual crisis económica y sanitaria a nivel global. En esta mezcla de influencias, entre los elementos de ciencia ficción, nuestro pasado e historia reciente y del genero costumbrista es que se verá nutrida la serie de 13 capítulos que estrena un capitulo nuevo todos los viernes.

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22/07/2020

“Recursos Inhumanos”: un relato de la desocupación y la opresión empresarial francesa

La miniserie estrenada en Netflix y protagonizada por Eric Cantona es un crudo thriller sobre el desempleo y la desesperación  de la clase obrera en la mediana edad.

A los fanáticos del fútbol internacional les sonará el nombre de Eric Cantona. Uno de los mejores delanteros franceses de la década de los ’90, pasando del Olympique de Marsella a ser uno de los más valiosos en el Manchester United. Además de sus goles, triunfos y gambetas, otros lo recuerdan por un episodio, del que se cumplieron 25 años en enero: en un partido muy difícil en el estadio londinense de Selhurst Park, Cantona saltó a la tribuna para patear a un hincha que lo insultaba con gritos racistas. “Mi momento preferido es cuando le pegue al hooligan (…) Patear a un fascista no se saborea todos los días. Me arrepiento de no haberle pegado más fuerte”, afirmó al recordar el evento.

Quizás fue por esa combinación de iracundo y contestatario que el director Ziad Dourei decidió otorgarle el papel protagónico al futbolista, devenido en actor, en la miniserie Derapages (“Recursos Inhumanos”) basada en el libro de Pierre Lemaitre, Cadre Noirs.

Alain Delambre es un hombre que lucha con la depresión, la impotencia y la ira luego de estar más seis años desocupado. Casi en sus sesentas, fue despedido junto con todos los mayores de cincuenta de la planta en la que trabajaba luego de 25 años en el área de Recursos Humanos. Ahora, frente a la humillación de solo conseguir trabajos temporales y precarios debido a su edad y las deudas apilándose, Alain busca una salida extrema a su desesperada situación.

La serie arranca con su despido de una autopartista, por haber agredido a un abusivo supervisor, y con la amenaza de un juicio de parte de la empresa,y  la solución a sus predicamentos aparece en la forma una entrevista laboral para un importante cargo en el departamento de RR. HH. de la aeronáutica Exxya.

El CEO de la firma, Alexandre Dorfmann, quiere poner a prueba la lealtad y la resistencia de sus ejecutivos para enviar a uno de ellos a la planta que se encuentra en Beauvais, al norte de Francia, donde deberán despedir a 1.250 trabajadores (dos tercios del personal). Dorfmann explica que la fábrica que buscan cerrar “es zona con problemas económicos y sindicatos nerviosos, la situación va a estallar. No solo quemarán algunos neumáticos. Ahora no hacen eso. Los obreros querrán destruir los medios de producción y quemar la fábrica. Amenazar con encerrar al tipo y lanzarlo por la ventana. Hay que probar su resistencia a la violencia.” Para ello, creará una falsa toma de rehenes para probarlos, donde los aspirantes al cargo de RR. HH. -entre los que se cuenta Alain Delambre, llevaran adelante los interrogatorios. Quien logre el mejor resultado quebrando a los ejecutivos será contratado.

“Planificar los despidos. Solo eso. ¡Qué trabajo! ¡No se trata solo de despedir a esos idiotas! A veces hay que negociar, y para eso, necesitamos hombres buenos, soldados, infantería del capitalismo. Entonces, ya no quieren elegir a cualquiera. Y para hallar al mejor, nada más útil que una toma de rehenes” afirma Delambre cuando “el juego de roles” toma un giro más real.

 

Aunque la serie es ficción, la prueba de Dorfmann está lejos de serlo. En octubre de 2005 un director de publicidad de France Televisions, Philippe Santini, creó una falsa toma de rehenes donde un grupo comando de la Guardia Nacional irrumpió en la sala de reuniones y redujo a todos los ejecutivos. Muchas de las víctimas de este ejercicio presentaron estrés postraumático y Santini finalmente fue condenado por el hecho. Este episodio es el que llevó a Lemaitre a escribir su novela y lo señala como “una nueva fase” en el control corporativo de la administración hacia sus empleados, otorgándose “un derecho sobre la vida y la muerte” de los mismos.

La miniserie intenta reflexionar sobre la deshumanización del capitalismo, el vil mundo empresarial, el desempleo y la desesperación de la crisis económica. El universo de Exxya es representado como un juego macabro, lleno de negocios oscuros y traiciones. El propio Alain Delambre no es más que un dato demográfico, elegido para participar del simulacro para cubrir un “cupo de diversidad”. Delambre, a pesar de estar sobrecalificado, no logra conseguir un empleo y lo pone en el camino la desesperación.

Sobre el final la serie invita a la reflexión. “Delante de ustedes”, apunta un monólogo de la hija de Delambre, “se encuentra un hombre que respetó al pie de la letra el contrato social. Él cumplió sus reglas. Le dijeron que estudiara y trabajara. Obtuvo diplomas y trabajó casi 40 años. Le dijeron que pida prestado para comprar un departamento. Lo hizo. Lo alentaron a tener hijos. Tuvo dos. Los envió a la escuela para que pudieran ganarse la vida. Lo hizo. Y de golpe luego de 40 años de servicio fiel llegado el momento de cosechar los frutos de su obediencia al contrato social la sociedad cambió de idea. No más trabajo, pensión reducida y humillación. Trabajos ocasionales, incertidumbre, progresiva pobreza, la promesa de un futuro sombrío envejeciendo en la pesadumbre. Por eso les pregunto: ¿quién violó el contrato social? ¿A quién estamos juzgando? ¿La empresa que tramó una toma de rehenes? ¿A la sociedad que explota y excluye?”

Cuando la serie se concentra en estos temas, es donde su crítica social es más fuerte, pero flaquea cuando comienza a concentrarse en el aspecto de thriller policial y carcelario, volviéndose inconstante.

Aun así el cuestionamiento es válido, en particular para la Francia actual. El miedo de Dorfmann a la acción violenta de los trabajadores es uno latente en la clase capitalista francesa, con las ocupaciones fabriles contra las reformas laborales, despidos y la experiencia de los chalecos amarillos. La realidad de Alain Delambre, entre la pobreza extrema y la desocupación, se ve en toda Francia. Según el Instituto Nacional de Estadística (Insse) la tasa de desempleo es de 7,8%: casi dos millones y medio de personas. Algunos medios indican que alrededor de 8,9 millones de franceses se encuentran viviendo bajo la línea de pobreza. Con los intentos de reapertura y reactivación económica luego de la cuarentena por el coronavirus, el gobierno de Emmanuel Macron quiere avanzar en un recorte del gasto público que profundizará el desamparo de millones de desocupados

Aún con todos estos elementos, un gran ausente es la intervención de la clase obrera. A pesar de que Alain se presenta reiteradas veces como un vocero y representante de los desocupados y con el peligro de 1.200 despidos, nunca vemos ningún intento de evitar o revertir la situación o el impacto de estas medidas. En su lugar la serie se concentra en el drama personal y la avaricia, dejando el tema solo como un disparador de los hechos que luego no se retoma. Con una Francia que viene siendo recorrida por levantamientos populares del sector de la salud y de otros gremios de trabajadores, de la juventud y del movimiento de mujeres, no está de más preguntarse si no fue una oportunidad perdida.

Recursos Inhumanos sirve como disparadora de debates sobre estas realidades, y como un interesante thriller policial sobre como la sociedad que empuja hacia la desocupación puede generar una respuesta contra ella, pero está lejos de abrir un interrogante sobre una salida colectiva de los trabajadores.

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